En tus brazos... ¿O en tus labios?

343 34 4
                                    

La mansión Gallagher es tan grande como para sentirte una princesa. Pero el príncipe no es un príncipe, más bien es el rey temido que tiene un corazón roto, y que eres su maldita (o bendita) debilidad.

—Creo que quemé el arroz —susurre. Una risa se escucha detrás de mí—. Tú cállate. 

—Lo lamento, pero que supone ahora que comeremos ahora —exclama Aidan detrás mío.

—Podrías hacerlo tú, chef certificado. —Ruedo los ojos.

—O puedo comprarlo…

—¿Para eso me haces cocinar? ¿Para comprar la comida?

—Solo quería ver que tan bien cocinabas. Fue divertido cuando derramaste la salsa por el suelo. —Ríe divertido.

Abro los ojos y la boca, sorprendida. Me invade la vergüenza en cuestión de segundos y me cubro la cara. No esperaba que viera eso, porque a mi parecer fue bastante penoso de ver. 

No quise voltear porque mi ropa estaba totalmente manchada con esa salsa. Sabía que se burlaría de mí sí me veía, así que opté por no hacerlo. 

—¿Mi futura esposa me hará comprar comida siempre? —«Esposa», esa palabra me tiene mal de la cabeza. 

—Podrías hacerla tú. 

—¿Y consentirte? —Chasquea la boca—. Eso me encantaría.

Y no ha parado de hacerlo. Desde que dejamos las cosas lo más claras posibles. Nuestra relación —en todos los sentidos— ha mejorado mucho, ya no peleamos —al menos no como antes— y mucho menos he tenido sueños recurrentes con querer matarlo o prenderle fuego. Estas semanas han sido maravillosas por esa razón. 

Mientras tanto, Mick y yo tratamos de descubrir cuál es la verdad del padre de Aidan, porque ahora nada tiene ningún sentido. Y a lo que respecta a la vendetta que tiene Gallagher con mi padre… He tratado de disuadirlo con cosas que no lo hagan pensar en eso, pero cada día se vuelve más difícil. 

—¿Y si lo metemos al sótano? —preguntó Mick una vez, cuando Aidan había ido por comida—. Y lo tenemos sedado hasta que descubramos la verdad.

—Para llevar tan poco tiempo en esto, ya empiezas a dar miedo con tus ideas. 

—Son ideas comprimidas que tenía cuando vivía con mi padre —dijo con una mueca. 

—¿Qué tan malo fue? 

—Lo peor… 

Mick nunca entraba a detalles, era su vida y respetaba su decisión. No estaba listo para soltarlo y yo lo entendía más que nadie. 

Seguí viendo a Gallagher con una sonrisa, para poder volver del trance que había tenido unos segundos atrás. Pero no podía dejar de pensar en el secreto que Mick y yo guardamos, y lo que implicaba esconderlo de él. 

—Emma… 

—¿Sí? 

Él se acerca a paso decidido. —Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. 

¿Lo era? Digo, podría serlo, pero ¿lo era? Él y yo estamos tan dañados y tan rotos que no puedo ser lo mejor en su vida. De ninguna manera podría serlo. 

Pero lo peor era no saber qué responder. 

—Bésame. 

—Tú bésame —exige. 

No puedo decirle que no. No quiero decirle que no, porque es lo que quiero ahora, a pesar de no contestar a lo que ha dicho. A veces no hace falta decir lo que la otra persona quiere escuchar, a veces solo hace falta demostrar lo que sientes por esa persona. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 23, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Secuestro Mortal | Aidan GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora