Trato hecho

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Emma Cooper

Nota importante, no dejes que te secuestren. Sonará estúpido, porque eso no lo decides tú, pero si hay una posibilidad, no dejes que lo hagan.

Nota mental dos, no dejes mucho menos que te encierren con la persona más peligrosa en una habitación, menos si mandó a que te hicieran daño.

Porque sino, una rara belleza va a querer que sufras para que tu padre, quien es el director de una organización secreta de agentes, sufra también.

¡Carajo!

Justo ahora estoy en una cama, aunque está vez, es más cómoda. Mucho más cómoda que la anterior, es decir, nada se le compara, aquella cosa era un asesino de columnas vertebrales.

—¿Puedes dejar de moverte?

El caso es que el único inconveniente era que aquel idiota me había dejado en su recamara para irritarme más de lo que ya estaba. Y para un maldito colmo, ahora estaba acostado junto a mí.

—No.

—Pues deberías, pareces gusano —respondí con enfado, pero él me respondió con risa, una risa bastante influyente. —¿Qué?

—Nada —dijo—. Pero, ¿gusano? ¿Hablas en serio? —no respondí, no quise hacerlo—. Bueno, tú eres como un muerto.

Volteo a verlo dándome cuenta que él está mirándome, me molesta que sus ojos se posen en mí.

—Aunque bueno... Pronto estarás como uno realmente.

Para estar ebrio hablaba demasiado, no sé si era por el maldito alcohol o por que en realidad él siempre es así.

Supuse que así serían las cosas, entonces... ¿Por qué me afectaba tanto? Tal vez porque el hecho de morir me asustaba, aunque no debería, ya que morir era fácil pero..., con solo pensar que ya no existiría jamás, eso me ponía los pelos de punta.

—¿Podrías no decir eso, callarte y dejarme dormir de una buena vez? —me limité a preguntar para que se callara, pero no lo hizo.

—¿Sabes cuál es tu problema?

—Desearía que tú me lo digas —contesté en sarcasmo.

—Tu temperamento, ni siquiera sabes que hacer con el. Y claro, no aceptar que tu padre no es quien dice ser. Que él es un asesino...

Una furia dentro de mí me invadió, algo que jamás había experimentado en la vida, me hizo reaccionar de una mala manera si me dejan decir.

Solté un pequeño grito que significaba solo una cosa..., iba a matar al maldito por no callarse y por decir que mi temperamento era un problema. Y tal vez si lo era, pero era mi problema. Con rapidez y con altas ganas de asesinarlo, orqueste un plan que no me dejó alternativa.

Lo inmovilice colocándome a horcadas de él, sosteniendo con una mano su cuello. Sin duda no fue lo mejor que he hecho, ya que, en un momento dado me acorraló entre las sábanas y la cama.

Y entre él.

Sus piernas a los costados hizo que las mías se colocaran en su cintura como un descanso. Sus brazos hacían el trabajo de no caer sobre mí. Era una posición algo provocativa...

Trague en seco.

—Como dije, es un gran problema. Siempre estás lista para atacar, porque siempre piensas que lo harán a tus espaldas —bajé la guardia al oír eso.

—Al parecer es del todo falso.

—Es cierto, no lo es. —Ese maldito tono le dio el toque para colmar mi paciencia—. Pero tengo un trato para ti... Y creo que puede beneficiarte.

Secuestro Mortal | Aidan GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora