Eres mía

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Sentía como sus dulces labios se conectaban con los míos, eran constantes y muy deliciosos. Totalmente a mi disposición, totalmente míos, ella era mía... Al menos por estos momentos.

—Eres hermosa Emma, eres perfecta...

Ella y yo estábamos acostados en la cama, disfrutando de una larga serie de besos, de caricias y demás. Mis besos recorrían su rostro tratando de no dejar ni un espacio hueco, recorrían su cuello y clavícula, diciendo lo mía que era.

Ella suspiraba en constancia al sentir estos. Todo estaba bien, nosotros, nuestro repentino hábito por besarnos, acariciarnos, desearnos. Todo iba bien, ella estaba mucho mejor y había comenzado a entrenar, aunque ya no me parecía necesario que peleara para mí. Pero ella seguía insistiendo.

—Tengo que entrenar —dijo cortando el beso. Gruñí molesto.

—Sabes que no tienes que hacerlo.

—Pero quiero hacerlo. Debo hacerlo.

—Claro que no. Ya no tienes que hacer nada —susurró mientras voy perdiendome de nuevo en sus labios.

—Creo que no estás pensando con la cabeza —corta el beso.

—¿Y con qué estoy pensando?

—Prefiero omitir la pregunta por ahora —rio.

Entonces ella se levanta de la cama, haciéndome a un lado. Suspiré al ver como se colocaba una camisa mía.

—¿Dónde será mi primera pelea? —pregunta al abrochar algunos botones de mi camisa.

Nunca pensé que haría esto, llevarla al único lugar en donde la reconocerían de inmediato. Era otra razón por la que ya no quería hacerle esto, que peleara, que la golpearan. Ahora era su decisión y yo no iba a decirle que hacer, al menos no ahora.

La seguí hacia a la cocina donde sacaba un par de cosas de la alacena y el refrigerador. La miraba con atención a cualquier detalle que hiciera, desde el ligero meneo en sus caderas hasta sus facciones llenas de coquetería.

—Hay un lugar que servirá para comenzar, Mick te dará todo lo necesario —tomo un poco de agua—. Aunque tampoco está de acuerdo.

—Les dije a ambos que lo haría y lo haré, no necesito que ustedes me protejan... Yo puedo sola —me acerco a ella.

—A veces se necesita un poco de apoyo... —susurro.

—Y cuando sea requerida, la pediré.

Gruño al ver como soy un fracaso al tratar de convencer que no haga nada, que se quede aquí y su padre sufra mientras crea que su hija esté posiblemente muerta, cuando en realidad..., solo está conmigo. En mi departamento, en mi cama... Disfrutando de su sufrimiento.

Claro...

Pero ella quiere llevar todo a un nivel mayor. Y aunque no me agrada la idea, debo dinero y ella lo entiende.

—Tienes que aceptar cualquier apuesta, en especial si va contra mí.

—¿No debería hacer lo contrario?

—No. Porque me dejaré perder y ganarás mucho más. Aparte ese vídeo se lo enviarás a mi padre y lo pondrá como loco —toma un poco de aire—. Luego matamos a todos e incendiamos todo sin dejar pistas. Mi padre es muy minucioso, así que debemos ser más listos.

—No lo entiendo.

—No no no, es muy simple —mi confusión está disparada por todos lados—. Bueno, si contratas a un asesino sin códigos, será más fácil. ¿Y qué crees? Ya tienes a una justo enfrente, ¿no es lindo?

Secuestro Mortal | Aidan GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora