Capítulo 1: Epifanía

266 25 4
                                    

Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente encontrarás a tu media naranja, y eso, sólo eso, puede ser lo más feliz o lo más amargo de tu vida. 



El universo conspiraba a su favor desde el día en que abrió los ojos por primera vez, se consideraba la persona más afortunada del mundo, creía que su existencia era lo mejor que le pudo pasar en la vida, y le agradecía todos los días a su madre por ello.

Su niñez fue como los cuentos de hadas, sus padres lo mimaban y consentían en todo lo que deseara, para ellos era el joyel más brillante, esa era la ventaja de ser unigénito, su sola presencia llenaba de alegría y regocijo a su numerosa familia presentes también en la mayoría de sus etapas...las risas reinaban en su hogar, nunca supo que fue llorar o perder a un ser querido, ese sentimiento que ahogaba no lo conocía, y deseaba nunca experimentar algo parecido.

De la adolescencia no podía alegar lo mismo, tal cual rebelde hacía cosas que de vez en cuando sacaba de las casillas a su madre, pero el protector de su padre le decía que eso era propio de la edad por lo que nunca pasaba a mayores y era siempre perdonado, las excelentes notas en la escuela no faltaban, y el número uno lo enalteció aún más con sus padres y amigos, que por cierto, tenía muchos, aunque pensaba que todo aquello se debía a su posición social y riquezas.

Cuando cumplió los veinticinco años, y muy completamente decidido, hizo su vida propia mudándose a una casa lejos de sus padres y donde las personas no lo molestaran, trató de formar una familia pero todo terminaba al llevar poco tiempo de relación, su carácter melifluo les disgustaba, por lo que ninguna era compatible con él y empezaba a pensar que nunca encontraría pareja, una eterna limerencia era el anhelo de su ser, por lo que resignarse fue su mejor opción, ya llegaría la indicada, la que moviera su mundo, y decidió no buscar más.

Pero ese día... justamente ese día, todo estaba a punto de cambiar...

El sueño que acometía contra él era tan profundo que ni el despertador hizo bien su trabajo, dormía como un bebé en su cómoda cuna acurrucado a su osito de peluche, no quería despertar a pesar de que el reloj en su mesa de noche llevaba media hora sonando como papagayo, abrió sus ojos color chocolate, pero notó algo extraño, y se sentó lo más rápido que pudo al darse cuenta que no dormía en una cuna sino sobre la alfombra que estaba tendida en el suelo y al que abrazaba era a su cachorro Tiny...ya sabía que tanta comodidad no podía ser cierta.

Se levantó del suelo rumbo a su baño, se miró en el espejo y como hacía cada vez que presentía algo malo, llevó su mano derecha al pecho deseando que fuera producto de su imaginación que le jugaba una mala pasada, no estaba exento de esas cosas, a todos nos pasan, pero cuando pensamos que solo es nuestro subconsciente, ¡boom! ocurren cosas inesperadas que cambian todo a nuestro alrededor.

Luego de ducharse bajó al piso inferior para desayunar, su nana (la segunda mujer que más amaba en la vida) ya lo tenía listo como era costumbre en las mañanas.

–Buenos días cariño, ¿cómo amaneciste?– dijo la señora, un poco mayor, que se había encargado de Jimin desde que tenía dos años de edad, para él era como su madre.

–Muy bien nana– la mira con una sonrisa- todo se ve muy rico– dice refiriéndose a la comida frente a él– gracias.

–Espero que te guste– se acerca y le besa la frente– estaré en la cocina, si necesitas algo solo llama.

–Está bien.

Comía el desayuno tranquilamente, saboreando todo como si hoy fuera su último día en el mundo, su nana decía eso todo el tiempo, disfruta la comida como si no hubiera un mañana.

Phoenix Love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora