Capítulo 18

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—¡Elizabeth Kate Blackwood, más te vale abrirme la puerta! 

—Lo siento, hermanito. Pero como que eso no se va poder hacer —me aseguro que la tabla que he puesto frente a la puerta del almacén esté fija. 

Eran las cinco de la tarde y mi madre estaba distraída con una llamada de negocios, por lo tanto tomé mi tiempo para vengarme del tonto de mi hermano quién me había encerrado la tarde anterior. 

La puerta nuevamente es golpeada por el cuerpo de Josh pero no sede. 

Una risita maniática abandona mis labios. No hay mayor satisfacción que fastidiar al prójimo. Es como una programación que tienen los hermanos, la felicidad es solamente presente cuando el otro sufre. 

—¡Deja de tonterías, joder! 

—¡Esa boca! —tomo la escalera del jardín y la apoyo en la pared—. Solo hago esto porque tú me has dejado encerrada por un día entero, sin comer. 

—¡Pero eso fue porque tú me empujaste de la casita del árbol y ahora tengo un brazo roto! —escucho un gran estruendo—. Mierda.

—Eso suena como tu problema —recalco una vez me encuentro en el techo de la pequeña caseta—. Eres la cría más débil, tus huesos no pudieron tomar una caída leve. Morirás rápido, hermano.

Sujeto la soga que había atado a mi cintura y empiezo a tirar de ella para subir el balde con hielo seco. Tengo un guante para no quemarme mientras sujeto la cubeta. Abro el pequeño compartimiento en el techo que está a unos dos metros y medio del suelo. Ahí está el adoptado, con sus ojos verdes mirándome molesto. 

—¿Qué tienes ahí? —pregunta.

—No te preocupes. Te ves guapo hoy, hermanito.

Tomo las bolsas que preparé, aún tienen agua caliente. Poco a poco meto pedazos pequeños de hielo seco, cerrando rápidamente la bolsa. Preparo unos cuantos antes de volver a mirar a Josh, tengo unos cuantos minutos antes de que haya demasiada presión dentro de la bolsa. 

»Josh, recuérdame porque no te gustan los estallidos. 

—No —puedo ver sus ojos cambiar de color al mismo tiempo que su rostro palidece—. No, ¡Kate! Por favor, ya basta. Deja de hacer estupideces y abre la puerta. 

—Un día entero, Josh. Sábado lo peor, tenía que hacer tarea. 

—Hermanita, Kate, preciosa, amor de mi vida, guapa. No tienes porque hacer esto, entre hermanos no hay rencores, te perdono.

Lo miro entrecerrado los ojos, él sabía muy bien que a mí no me gustan los espacios cerrados. El miedo se combate con miedo, por lo menos para esto.

—No es rencor, simplemente trato de liberar mi alma de sentimientos venenosos para así poder abrazarte de nuevo.

Comienzo a dejar caer los paquetitos que ya están a segundos de estallar.

»Yo que tú no los tocara, se ve que están apunto de reventar.

—¡Eres un engendro vívido de la maldad pura! ¡Eres la peste! —ruedo los ojos mientras continuo con mi trabajo. 

El primer estallido ocurre y escucho un pequeño chillido proveniente de Josh. Puede tener doce años pero su voz aún suena como el de una chica. 

Me asomo para ver cómo sufre pero mi corazón es atacado por el remordimiento cuando lo veo cubrir sus orejas. En serio le tiene miedo al estruendoso sonido. Está temblando en una de las esquinas de la caseta. 

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⏰ Última actualización: Jun 15, 2020 ⏰

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