Redención

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Para la sociedad siempre serían hermanos, porque revelar los deslices de sus padres traería más desventuras que dichas. Aunque John y Samantha se amarán con locura... ante la ley y  los ojos de la alta sociedad la situación no cambiaría, ni por un acto de amor. Si aquella aventura de tantos años los llevó a habladurías... que sería si se confirmasen, pasarían  a ser unos parias de la sociedad.

Fue un largo año, y aún las heridas de lo sucedido sangraban. Sin embargo, ante tanta desdicha Samantha encontró la paz que tanto anhelaba con Leonard su antiguo y primer amor.

John, por su parte, cuando decidió marcharse le hizo prometer a su hermano que protegiese a Samantha y que si el amor resurgiere entre ellos no se opondría, porque su historia precisamente surgió para tratar de vengarse de él. Cuando abandonó la casa lo hizo en medio de la penumbra de la noche, porque no encontró el coraje para despedirse de Samantha quién todavía se hallaba convaleciente. Todo el camino medito de sus actos, si la verdad se hubiera sabido años antes, podía haberse fugado y la responsabilidad debía de caer en sus padres nadie más que ellos eran los culpables.

Para cuando llegó, observó su Mansión desolada y tétrica dio un largo suspiro y cruzó el umbral del que fue su casa; fue recibido por su mayordomo que lo recibió con cierto pesar. La señora de la casa ya no salía de su habitación debido a que su enfermedad hizo que se le presentaran  llagas  en  las manos.

Por un momento se planteó traer a su hijo, pero no era justo para un niño ver el deterioro de su madre. Más bien optó por dejarlo con su abuela aunque aquella mujer que lo crío no era su verdadera madre.

Cuando entró a aquella habitación, el olor era fétido y nunca había visto algo tan grotesco como eso. Se la había estado tratando con mercurio, empero parecía ineficaz y había hecho que perdiera incluso los dientes. Iba a cuidar de su esposa hasta su muerte porque el mismo Galeano que la visitaba constantemente le dijo que moriría pronto.

-- Volviste-- le dijo con un tono nostálgico.
— Si, estoy aquí para acompañarte
—Lo siento tanto, debí haber sido una mujer más buena. Supongo que estoy pagando mis actos
—Ya no digas nada, yo soy tan culpable como tú. Debí amarte o por lo menos forzarme hacerlo

Ambos lloraron y se arrepintieron de sus acciones pecaminosas, pasaron poco tiempo juntos hasta que finalmente Lady Susan murió.

En otro lugar, Leonard pasaba largas temporadas visitando a Samantha quién aún después de todo lo ocurrido seguía disfrutando de su compañía. Sin embargo, ya no era amor lo que sentía,  sino un profundo cariño por alguien que una vez fue tan cercano y ahora era tan lejano.

—¿Leonard?
—Dime Samantha— mientras caminaban por el jardín.
—¿Que sabes de John?— con tono triste y lejano.
—Supe que hace poco murió Lady Susan y él se encontraba ordenando unos asuntos que tiene en Londres.
—¿Te preguntó por mi?
—¿Cómo sabes que mantenemos contacto?
— Simplemente lo sé— poniendo los ojos vidriosos
— No fue muy detallista en sus cartas. Pero ten la seguridad que te desea lo mejor.

Samantha se puso a llorar y fue apoyarse a un frondoso árbol que estaba cerca— Ya no sé qué hacer con este sentimiento. Yo todavía lo amo, no seré feliz con nadie. Se que este amor está maldito y me dije una y mil veces que no era posible pero mírame sigo aquí esperando que vuelva a mí.

Leonard, la miró con cierto pesar porque sus sentimientos se habían ido fortaleciendo cada día y más de una vez se planteó volver a pedir su mano, sin embargo cada que quería dar ese paso la nuca le dolía pese a contar con la bendición de John.

— Samantha, si sólo yo pudiera aliviar esa carga— dando un suspiro.
— por favor no lo digas, no sabría cómo rechazarte y pasaría mi vida esperando que John volviera a mí.

— No pretendo agobiarte, seguimos caminando hay unos naranjos que quiero mostrarte.

Un gran estruendo, hizo que parasen a mitad del camino era raro ver una tormenta en esa época del año. Había que tranquilizar a los caballos, por lo que John bajo a observar que es lo que los había alterado tanto. Se trataba de una rama que había bloqueado el camino, uno de los sirvientes le sugirió que volviera al carruaje y esperara que la ayuda llegase ya que uno de los lacayos había caminado hasta la posada más cercana. John hizo caso al consejo y volvió al carruaje sosteniéndose la sien y pensando en las palabras que iba a pronunciar.

Fueron cinco horas de agonía, hasta que finalmente uno de los sirvientes abrió la puerta del carruaje.

—Señor, esta todo listo. Podemos proseguir el viaje

John asíntio, y el carruaje comenzó a moverse, después de unas cuantas horas llegó a su destino con el corazón desbocado. Bajo atolondrado del carruaje y unas cuantas lágrimas le brotaron de sus ojos se trataba de la Casa de Campo de sus padres, la casa de los secretos, de los encuentros y también de los desencuentros dio un paso hacia atrás pero vio como alguien lo empujaba hacia adelante.
—Te espera— con tono sereno y solitario.
—No puedo hacerlo— sin girar
— Quise ser un bribón y quedarme con ella, pese a todo y especialmente pese a tí— aclarando la voz— Ella no me quiere y no lo hará nunca, por favor ve con ella
— Eres consciente de que no podré casarme con ella
— Lo sé, pero siempre pueden marcharse irse a América y ser felices alla. Además qué el matrimonio un simple papel, ambos son nobles y figurarán como hermanos .
— No puedo creer lo que me estás diciendo.
— Hombre, sean felices yo les brindaré toda la ayuda que requieran y si te preocupa tu hijo aún es niño y tu cómo padre tienes la obligación de contarle toda la verdad.
— Está bien— caminando hacia la puerta. Llamo tímidamente y fue recibido por uno de los sirvientes.
Mientras Leonard permanecía detrás de él.
—Avisare a la Señora que está aquí.
—Por favor no lo hagas, dime dónde está.
— Se encuentra en la sala de lectura.
—Gracias— musitó, mientras iba caminando sentía las piernas pesadas como si trajera grilletes por un breve segundo pensó en claudicar más no lo hizo. Para cuando abrió la puerta observó a Samantha pérdida en sus pensamientos con un libro encima su regazo.
—Sami, soy yo— con un tono que parecía un susurro
— ¿John?— haciendo caer el libro— retornaste a mi— con ojos vidriosos.
— No volveré a marcharme, soy tuyo en cuerpo y alma— dando un paso tímido.

—¿Y la sociedad— replicó Samantha.
— Al diablo con la sociedad. Nos marcharemos jamás encajamos aquí
—No podremos casarnos...
John soltó una carcajada todas esas frases las pronunciaba momentos antes, tan preocupados estaban del que dirán que se olvidaron de vivir para ellos. Samantha miró con desconcierto pero aún así acortó la distancia entre ellos. Ya no se aguantaron más y se sumergieron en el primer beso de libertad donde ya no había ataduras.

Fin.
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Muchas gracias por leer y esperarme tanto tiempo. Aún falta el epílogo que lo subiré estos días. Lamentablemente mi inspiración se fue yendo y me estoy dedicando a escribir otro tipo de historias. Sé que soy muy trágica y ya parezco Sheaskpeare matando a todos jajajaj
Nuevamente un millón de gracias por leerme y comentar.
Besos...

Inalcanzable AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora