Samantha finalmente obtendría su venganza, aquella que anhelaba más que a su vida. Jamás se le cruzó por la cabeza que su hermano sería la respuesta a sus plegarias, empero Dios tiene formas extrañas de obrar y está era una de ellas. Desconocía la forma en la que ejecutarían su plan pero sabiendo como de perspicaz era John, no dejaría que algo le pasara.
Así pasaron todas las tardes, tramando y deshaciendo ideas, tanto en el jardín como en el despacho. Lord Armitage estaba encantado porque las viejas rencillas se disipaban y ahora tenía cerca a sus dos hijos. Sin embargo, a veces, las cosas no salen como uno quiere, al no crecer juntos comenzaron a olvidar sus lazos sanguíneos y pronto las miradas inocentes se convirtieron en miradas de curiosidad y deseo. Tanto John cómo Samantha se negaban aceptar lo que realmente sucedía y la ojiazul se repetía una y otra vez. " tenemos que llevar a cabo el plan" cosa que John no objetó, pero empezaba a volverse una constante molestia, era como si tuviera una pajilla en el ojo que escocia y escocia sin encontrar una solución aparente. En sí, había una, confesarle que tenía sentimientos profundos hacia ella y propiamente no era de hermanos. Le escocio más el ojo y en un arranque de necesidad de sentir el tacto de su hermana, le tomó la mano y empezó acariciar sutilmente. No contó con que Samantha comenzaría a sonrojarse y querer soltarse.
—John ¿Quieres soltarme?— dijo Samantha quién estaba incómoda ante la forma que éste sostenía su mano, si bien era un simple agarre que no hacía daño a nadie, para ella era como un escalofrío que le recorría la espalda, una sensación de soñar y devolver la caricia. Ese pensamiento se disipó tan rápido como apareció.
—Tengo que ir al servicio— dijo nerviosamente—sigue en lo que quedamos, creo que esta noche hay una función de una tragedia en el teatro. Debemos ir, todos estarán allí... Enseguida vuelvo— se alisó el vestido y salió de aquellas paredes. Ni bien cerró la puerta se apoyó en ésta para aspirar aire, realmente lo necesitaba, se llevó una mano al pecho y sintió como su corazón latía descontroladamente. Era inmoral lo que estaba sucediendo, no debía no podía estar enamorada de John, miró hacia el techo y una lágrima recorrió su mejilla. Dos años sin que un hombre se fijara en ella... Dos años guardando luto a un hombre que se casó con otra mujer y muchos años sin la convivencia con John. ¿En qué momento se volvió todo tan complicado? Lo único por lo que comenzaron hablar fue por su venganza nada más, después de saborearla y ver la humillación de Lord Essay, seguirían con sus vidas. Seguramente John, se casaría y ella sería la tía consentidora que regalaría presentes a sus sobrinos. Así tenía que ser, era el curso de la vida. Se recompuso y siguió caminando a través del pasillo, pensar y pensar eso debía hacer.
John, frunció el ceño y dio un puñetazo a la pared, luego se llevó la mano a la cara frotándola en señal de frustración. Debía buscar a alguien que mitigara ese deseo que le carcomía las entrañas. Recordó que su buen amigo Adrián había retornado a Londres después de muchos años, él era su opción la fama que lo precedía no tenía límites. Necesitaba conocer una mujer cuanto antes.
Para cuando volvió Samantha se encontró con una habitación vacía, John se retiró sin decirle nada, tal vez era lo mejor porque sus nervios la traicionarían en cualquier momento y Dios sabe que cuando está en ese estado habla por demás.Llegada la noche, fueron al Teatro como se propusieron John casi no pronunció palabra durante el trayecto, sólo se limitó a brindar respuestas cortas y unas cuantas sonrisas a su madrastra, para Samantha no hubo nada, la ignoró por completo, para disgusto de la ojiazul. Cuando entraron para ser partícipes de la función Samantha chocó con Lord Essay.
— ¿Estás bien?— sujetándola de los hombres.
—Si si gracias— rió tontamente, hasta que se dió cuenta de quién era— Estoy bien, gracias— volcando los ojos—debo reunirme con mi hermano y madre.
— Espera no te vayas, creo que te debo una explicación de todo lo acontecido.
—Usted no me debe nada... Si me permite.—Si que lo hago— sosteniéndole la mano. Para Samantha ese roce le producía un dolor que le quemaba y se volvía más intenso con cada minuto que pasaba.
—Dejeme, usted hizo su elección y le felicito por ello.
—Tu no entiendes... Si me dejaras hablar, por favor Sami.
Los ojos de Samantha se pusieron llorosos, se preguntó meses porque la había dejado y ahora que podía conocer la verdad no quería escucharla.
—Suelteme— saliendo corriendo como si no hubiera mañana, se fue detrás de los bastidores para llorar por su desgracia. Sin embargo, alguien la jaló y la llevó contra su pecho, pasando sus manos por su cintura.
— No puedo verte llorar, por favor no lo hagas. Me indigna y me duele que lo hagas... Si tan sólo yo pudiera secar esas lágrimas.
—¿John?— girando para encontrarse con el rostro angelical de su hermano.
Samantha se apoyó en él para seguir llorando, mientras éste le acariciaba el pelo y le daba pequeños besos.
—¿Que haces aquí?— con la voz entrecortada.
—Vi lo que estaba sucediendo y no podía ignorarte, por eso vine a buscarte.
—Gracias— elevando la mirada.
—No tienes porque— Subiendo la mano para acariciar su mejilla. Samantha lejos de disgustarle parecía que le traía dicha.
—Yo...
—Calla pequeña, las palabras sobran en este momento— aproximándose hasta que sus labios se sumergieron en un beso prohibido.
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Inalcanzable Amor
Historical FictionSamantha una joven que cree en el amor, pero ¿Qué pasaría si el amor no es como lo imaginaba? John un joven inusual que adora lo prohibido. Podrán estos dos superar las barreras y el repudio de una sociedad.