Placer

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Desde hace 6 meses, creía él que podía superar el hecho de que Samantha estuviera casada. Dorian y Sami tenían muy buena relación incluso se los veía felices a diferencia de él que era tan infeliz.

—¿John?— dijo Samantha, quien se había mantenido todos esos meses distantes de él.

—Dime Samantha ¿Que puedo hacer por tí?

—Ha llegado el carruaje, tu hijo acaba de llegar con su niñera.

—Gracias— dejando la pluma a un lado.

—John ¿Puedo preguntarte algo?
—Claro, pequeña— haciendo que su corazón se estremezca.
—¿Porque Lady Susan, manda a Henry solo en un carruaje?

—Porque Susan es una mujer frívola, que no le interesa el bienestar de nuestro  hijo. Henry nació débil y sus problemas respiratorios se acrecentaron con el paso de los años. Tengo la esperanza de que estar en el campo lo ayude y el aire puro le haga salir de las crisis que tanto me preocupan.

—Yo también espero lo mismo— con un sentimiento de desazón, quería abrazarlo y decirle que siempre estaría a su lado.

—Gracias, Sami— brindándole una sonrisa franca— Si me disculpas— bajo corriendo las escaleras.

Samantha se quedó apoyada en la pared de aquel tétrico pasillo, hasta que fue encontrada por Dorian.

—Justo te estaba buscando— dijo con tono picaresco

—Aqui me tienes— dijo con una sonrisa.
—Tu sabes, que desde la muerte de tu padre no me he separado de ti, sin embargo, tengo negocios que atender y requieren de mi presencia.

Samantha, no se sentía lo suficientemente fuerte para quedarse en aquella casa a solas con John.

—Llevame contigo— replicó.
—No puedo, el viaje es largo y tu madre te necesita— musitó.
Samantha comenzó a jugar con sus manos y un escalofrío de nerviosismo le recorría su piel. A pesar, de que en todos esos meses John no siquiera había intentado acercarse a ella, sinceramente no podía soportar la idea de quedarse sola.
—¿Cuando te marchas?— dijo con tono preocupado.

—Inmediatamente.
—¡Que! Pero... Es decir... No nos da tiempo de nada.
—Lo sé, querida. Volveré pronto no te preocupes. Sólo serán unas cuantas semanas.

Samantha sólo atinó a decir—Buen viaje, no te tardes mucho.

—Gracias—dandole un beso de despedida y desapareciendo por el pasillo.

Ahora ¿Que haría? Tener cerca a John iba hacer un martirio, tenía que evitarlo a toda costa  y excusarse la mayor parte del tiempo para no verlo.

Los siguientes días fueron así, pasaba la mayor parte del tiempo fuera de la casa y si estaba dentro de ella no se separaba ni a sol ni a sombra de su madre, parecía una extensión de ésta.

John, era totalmente consciente del actuar de Samantha, incluso hizo una mueca burlona porque lo estaba subestimando y vaya de que forma. Él también prefirió  sumergirse en correspondencia y estar al pendiente de su pequeño que no mostraba mejoría alguna, cosa que lo tenía muy preocupado. Había tratado  por todos los medios de volcarse en sus quehaceres para llenar ese vacío que sentía interiormente. Las cenas eran de lo más serias y al igual que Samantha su apetito parecía disminuido. Al finalizar la comida John se encerraba en su estudio y bebía varias copas de brandy para mitigar sus sentimientos, quería confesarle a Samantha que todavía la amaba y que no podía eliminarla de sus recuerdos. Lo suyo era culpabilidad, odio a sí mismo y repulsión. Quizá era su penitencia su castigo por sus actos.

Se dejó caer en la butaca detrás de su escritorio, hasta que escuchó el llamado de la puerta.
—Adelante— terció sin prestar atención a la persona que cruzaría las puertas y se adentraria en silencio sin molestarle. En cambio, cuando sintió como cerraban la.puerta, recién alzó la vista para ver de quién se trataba.

—Lamento molestarte, sólo será un momento— se disculpó Samantha afianzándose conforme daba pequeños pasos hasta acercarse donde estaba John.

Le había tomado varios días reunir aquella determinación.  El nudo en la garganta de John no le permitía responder, jamás habría imaginado que ella acudiría a su despacho por propia voluntad y menos aun vestida de esa forma, por no decir que a esa hora ya debería estar durmiendo. Samantha estaba demasiado nerviosa y no dejaba de frotarse las manos.

—¿Necesitas algo? ¿ Te encuentras bien?¿Quieres decirme algo?— un tanto inquieto.

—Si, quiero decirte algo— tragando una bocanada de aire— lo siento, sé que no me he comportado de la mejor manera desde que llegué. Llevo evadiendo este encuentro por más de 10 años, pero creo ya no poder seguir así, somos familia y extraño tu compañía, más allá de todo yo aún te a... Te quiero— con cierto titubeó

John, respiró hondo y pareció relajar sus músculos. Samantha alzó la vista y observó cómo éste la miraba, el calor se instaló en su cuerpo, sintiendo un revoloteo en su estómago que la inquietaba.

—Samantha, sé que no quieres oírlo pero lo diré. En estos diez años mi amor se ha mantenido inalterable. Yo tampoco me acerque a tí pese a que los celos me carcomian. Supuse que lo más prudente era evadirte tal como lo hemos estado haciendo.  Pero esta visita hace que la ilusión renazca en mí. No dejaré que te marches— poniéndose delante de la puerta.

—Creo que fue un error, debo irme... Estoy casada y tu igual.

—Lo sé pequeña— y sin poder contenerse se lanzó a sus labios sin poder contenerlo.

Samantha tardó unos segundos en que sus labios respondieran a ese beso cargado de explosividad. Aquel hombre aturdia sus sentidos hasta el punto de dejarse arrastrar hacia el abismo. Su lengua se entrelazo con la de él y su cuerpo se estremeció al pegarse junto a él.

—Eres tan hermosa— susurro John mientras seguía acariciandola. Todo eso era demasiado placentero, deleitoso hasta el punto de poder controlarse y así fue como se entregaron a lo prohibido y disfrutando del placer de amarse por primera vez en sus vidas.

Inalcanzable AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora