Realizar un viaje de intercambio a Tailandia parecía la idea perfecta, hasta que conoces a la "chica nueva". Ella te mostrara que tan enfermo está el ser humano y a medida que pasa el tiempo te darás cuenta que entre las dos hay algo más que una ami...
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Fue extraño, todo paso tan rápido, sentí el deseo de besarla y lo hice. Pero es que estábamos tan cerca, la tentación solo se encontraba a unos centímetros de mis labios, debía hacerlo.
¡No!
"¿Qué estoy diciendo" me regaño mentalmente mientras termino de comer mi almuerzo, que consiste en un caldo que contiene unas gambas, chiles, tomates, tamarindos, zumo de lima y varias cosas más, que mis padres dijeron que tenía, pero que ya no recuerdo.
-¿Te gusta?- pregunta mi padre.
-Esta deliciosa, aunque es muy picante- respondo.
-Sí, pero eso no quita el hecho, de que es la mejor sopa del mundo- dice, levantando su plato, le sonrió y sigo disfrutando de aquella comida.
Mi madre no dejaba de mirarme, después de decirle lo de anoche, me dio una larga charla sobre que acepta que sea de la comunidad LGBT+, que no debo avergonzarme de lo que soy y que aquí en Tailandia todos son bienvenidos.
Le intente explicar varias veces que no soy parte de esa comunidad, pero ella insistía en que me sintiera libre de expresar mi orientación sexual.
-¡Oye!- me toma de la mano- creo que debemos seguir hablando de lo que sucedió anoche- dice mi madre.
¡Y aquí vamos!
-Ya te dije que no soy lesbiana y tampoco bisexual- le digo.
- No tienes por qué negar algo que eres.
-No estoy negando nada, te estoy diciendo la verdad, lo de anoche fue un malentendido.
-Entiendo, pero no debes ocultar tu verdadero yo - me levanto abruptamente y la miro.
-Lo siento, pero no tengo tiempo para charlar, debo estar a las 2:00 pm en el parque y ya son las 1:47 pm, así que me tengo que ir, gracias por la comida- le digo, tomo mi bolso y antes de cruzar la puerta la escucho decir algo.
-¡Sé que es difícil aceptarse a uno mismo pero lo lograras!- cierro la puerta, no quiero seguir oyendo eso.
Camino hacia el parque, deteniéndome varias veces para apreciar mi reflejo en los espejos y ventanas de algunos locales, arreglo mi falda tableada y subo los tirantes de mi blusa que constanmente se están cayendo.
Llego al dichoso parque, está lleno de niños corriendo y mascotas con sus dueños. Me siento en una de las bancas que está cerca de un árbol y saco mi celular para matar tiempo, mientras espero la llegada de Michael y Nanno.
Escucho como unas pisadas quiebran aquellas hojas secas que se encuentran en el suelo, llamando mi atención lo suficiente como para levantar la mirada y pasar por unos pequeños tacones rojos, un hermoso vestido rojo floreado y unas clavículas marcadas, hasta terminar en el rostro de Nanno.
