VII

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—A partir de aquí me las arreglaré— le seguro.— Touya-nii, deberías irte ya o llegarás tarde a tu turno.

—¿Estás seguro?

—Seguro— Shoto le sonrió leve.— llámame cuando llegues.

—Y tú mándame mensaje para cualquier cosa que necesites.

Shoto se encontraba a las afueras de su universidad, había calculado mal el tiempo y en vez de tardar menos de tres minutos tratando de levantarse, pasó diez. Su hermano Touya insistió en traerlo antes de irse a trabajar, todavía no podía creer que su hermano quien era más propenso a cometer un robo trabajaba en una estación de policía, que ironía.

El bicolor se esperaba un despedida más emotiva, su hermano nunca desperdiciaba la oportunidad para ponerlo en vergüenza diciendo cosas como "mi pichoncito ya está dejando el nido" y aveces hasta dramatizaba todo haciendo uno de sus espectáculos en donde se ponía a llorar falsamente, que vergüenza. En cambio, esta vez Touya sólo se limitó a pellizcar una de sus mejillas y desacomodar sus cabellos bicolores en un intento cariñoso, para luego meterse en el auto. Shoto se despidió con la mano mientras el contrario sonreía y aceleraba, marchándose.

El día había amanecido gris, frío y triste. Era un tiempo acorde para pasarse todo el día acostado. Por un momento se arrepintió de haberle dicho a su hermano que se fuera, sin embargo, lo prefería así. No podía pasarse todos los días durmiendo, aunque prefería mil veces dormir que venir a estudiar.

Miró al cielo una última vez antes de tropezar en la entrada del instituto, las nubes oscuras se agolpaban sobre él, amenazando con descargar todo el agua que habían acumulado. Mierda, no podía llover; traía puesto delineado negro en los ojos y no podía estropearse por el agua, significaba tener ojos de panda. Él no quería ojos de panda.

Ni siquiera saludó a los conserjes, pasó completamente de ellos y echó a correr en cuanto lo hubieran perdido de vista, así que ahorró escuchar el cansador chillido <<¡No puedes correr por los pasillos!>> 
Todoroki se sacó los auriculares y escuchó como su panza rugía de hambre mientras subía las escaleras de la entrada, pensó en ir a la cocina por algo de comer pero había tanta gente que lo olvidó enseguida.

Se sentó en unos de los escalones de las escaleras que daban al piso dos, su habitación estaba en el piso tres pero ya se había cansado. Shoto miró su brazo, los golpes ya no dolían tanto pero las curitas que se había puesto decían mucho. Pensó seriamente en que tenía que conseguirse un departamento, el instituto te daba tu propia habitación y te alojaban hasta que tu carrera termine pero necesitaba un lugar para él solo, no podía aprovecharse de la amabilidad de Camie, realmente lo apreciaba pero no quería molestarla más. Y tampoco podía seguir con su viejo, un minuto más en esa casa y siente que podría llegar a quedarse loco, pero Fuyumi se entristecería si se va pero sabe que también lo entendería y lo apoyaría. Ahg... que porquería, ya no quería pensar más.

El sonido de una puerta abriéndose lo saca de sus pensamientos y ve a un rubio enérgico salir de una de las habitaciones.

—¡Todoroki! ¿Qué te trae por aquí?— pregunta el rubio, cerrando la puerta con llave para después sentarse junto al bicolor.

—Kaminari...estaba pensando si realmente es necesario vivir.

—¡Oye! Ni se te ocurra morir, tienes que vivir, si dejas de respirar te mueres—respondió con obviedad.

El bicolor se preguntó si hablaba en serio o solamente le estaba siguiendo el juego.

Después de unos segundos incómodos por parte del bicolor sin decir nada Kaminari intentó romper la tensión.

ZONA PROHIBIDA | todobakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora