XI

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La universidad a la hora del descanso era un jodido caos. Bakugou odiaba tanta gente a su alrededor, y mucho más si estaban peleándose por conseguir una dona con sabor a chocolate que estaba a mitad de precio porque iba a caducar en breve, observó con molestia desde su pupitre a las personas que corrían a la cafetería para llegar antes que otros. Denki, compartía clase con él ese día y fue el primero en irse nada más tocar el timbre que anunciaba el receso.

Kirishima, se tomó la libertad de sentarse a su lado y de hablarle cuando tenía los auriculares y la música al tope para amortiguar los chillidos de la gente. El pelirrojo sonreía, hablaba y hablaba sin parar. ¿No se ahogaba? Resopló. Se quitó un auricular y soltó un bufido antes de hablar.

—No te estoy escuchando ni tengo la mínima intención de hacerlo— le dijo. Colocó el auricular en su oreja de nuevo.

Kirishima hizo un puchero, intentando parecer tierno cuando en realidad quería revolearle los auriculares en la cara. Con todo el desparpajo del mundo, Bakugou agarró sus cosas y las guardo en la mochila para levantarse e irse de ahí.

Cuando estaba por salir se encontró con Todoroki apoyado en el respaldo de la puerta. El cenizo soltó un suspiro dejando caer su mochila. Estaba harto de ver todo el día caras estúpidas. El bicolor alzó una ceja pero no mencionó nada. A Bakugou le podía costar todo su maldito orgullo, pero debía admitirlo. Todoroki se vestía realmente bien, era la viva imagen de los chicos que veías en los mangas viejos de antes y no sabes si quieres ser ellos o estar con ellos.

Se veía pacífico sin abrir la boca para decir cualquier incoherencia, y es que en tan poco tiempo sabía que podía llegar a ser un completo idiota.

—¿Escuchas Bts?

Bakugou miró a un costado con una mueca y devolvió la mirada al bicolor—. Vaya, ¿eres adivino?

—Sí. Tengo el poder de la clarividencia.

—Si lo tuvieras, verías que llegarías tarde a las clases por quedarte dormido y te levantarías antes para que no suceda— soltó.

Mierda. Es listo. Todoroki envenenó con la mirada al pelicenizo. Normalmente la gente no solía responder a lo que decía, puede que porque su inteligencia no alcanzaba la suya y siempre los dejaba sin palabras, pero Bakugou siempre lo hacía. Abrió la boca para contraatacar, pero le salió un balbuceo entrecortado en vez de una oración genial y sarcástica que lo dejara en blanco.

—Ven, necesito hablar contigo—  Bakugou se sorprendía como el bicolor podía cambiar los ánimos de su voz, pero era algo a lo que se estaba acostumbrando. Todoroki lo tomó de la muñeca para salir del salón y bajar las escaleras, el bicolor esquivaba a algunas personas o era lo demasiado grosero para empujarlas un poco.

Antes de poder protestar por ser arrastrado ya se encontraban en las gradas. Todoroki soltó su muñeca y dejó caer su mochila al suelo para poder sentarse. Sacó de su bolsillo un encendedor y un cigarrillo.

—¿Quieres?— le ofreció el cigarro a lo que Bakugou respondió con un manotazo y el bicolor bufó—. Agresivo.

El cenizo iba a irse pero volvió a dar la vuelta y mirarle—¿Por qué fumas?

Todoroki lo miró sorprendido, puso una mueca molesta pero luego la suavizó. El bicolor se levantó y relamió sus labios para luego mirarlo divertido. Bakugou odiaba esa parte suya.

—No creo que lo comprendas, Bakugou— susurró. Se llevó el cigarrillo hasta sus labios y tomó una calada. El cenizo pudo observar detenidamente su perfil.

—El olor a tabaco es insoportable— espetó molesto—, me voy.

Todoroki lo volvió a tomar de la muñeca para detenerlo y el rubio tardó un poco pero se zafó  nervioso. Ya lo había tocado dos veces, maldito iceberg.

ZONA PROHIBIDA | todobakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora