Capítulo 4

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Toda la semana se la había pasado con Ross. O por lo menos trataba de acercarse a él. 

Cada que quería pasar tiempo con el chico, éste tenía cosas que hacer, la evadía, la hacía enojar, la ignoraba y hasta en algunos casos, la incomodaba. Lamentablemente, en ninguna de esas ocasiones se encontraba Brandon cerca. Al parecer estaba demasiado ocupado con su nueva novia que ya no pasaba tiempo con su amigo. Y la actitud indiferente de Ross la molestaba demasiado.

No fue hasta el fin de semana que decidió molestar lo más que pudo a su vecino. 

En la tarde, Tina salió de su casa con paso firme, ya después de haber evitado las innumerables preguntas que su querida madre le había hecho. Volvió a estár parada frente a la puerta de Ross y cuando tocó el timbre, casi al instante el cuerpo de él se hizo presente.

—No creo que este sea un buen momento —le soltó de repente. 

—Me importa un comino si es o no un buen momento —le respondió a la defensiva. Entonces, su mirada brilló al pensar que posiblemente Brandon estuviera ahí—. ¿Acaso está alguien visitándote? 

Tina sonrió maravillada con la idea. 

—No, nadie. Así que vete. 

Lo miró con los ojos entrecerrados y frunció el ceño. Gracias a su comportamiento, no le parecía que en realidad nadie estuviera en su casa; con irritación, lo hizo a un lado. Si él no la dejaba pasar, entonces ella pasaría. No tenía que ser invitada en realidad, así que no veía el problema.

Caminó adentrándose en la casa mientras ignoraba a Ross detrás de ella, admirando todo como si esa hubiera sido la primera vez que entraba en ella. En realidad ya había estado ahí más de una vez, todo gracias a su linda madre y a los solidarios padres de él que pensaban que no tenían nada de comer por lo que los invitaban a barbacoas familiares. 

Cuando llegó a la sala, se quedó paralizada al ver a los padres de él sentados con elegancia. Pasó la mirada de Gisselle (su mamá) a Francis (su papá). Se sintió devastada cuando no vio a Brandon, pero ese sentimiento se esfumó tan rápido como llegó cuando los vio a ellos en vez de a su amor. 

Cuando Ross llegó junto a Tina, sus padres ya se habían puesto de pie para saludarla. Quiso ahorcarla en ese momento. ¿Qué acaso no podía respetar las casa ajenas? 

—Hola, querida —le dijo Gisselle a Tina. Le dio una pequeña mirada a Ross—. Cuánto tiempo. ¿Cómo has estado? 

Tina sonrió nerviosa. Los padres de Ross la ponían bastante tensa. Siempre habían sido muy calculadores y estrictos, pero buenas personas. 

—He estado bien, gracias —le respondió. No quiso preguntarle a ella que si cómo estaba porque simplemente no quería sacar alguna platica. Solo quería irse de ahí. Si no estaba Brandon, no valía la pena. 

—¿Por qué no nos acompañas, Tina? —esta vez habló Francis mientras su bigote bailaba encima de su boca. Tina se preguntó si a Ross algún día le crecería igual. Se rió internamente—. Estábamos a punto de salir a almorzar juntos. 

Ross se puso detrás de ella y la tomó por lo hombros. Entonces, empezó a guiarla hacia la salida mientras le decía algo a su padre.

—Tina ya tiene que irse, ¿no es así, Tina? —habló entre dientes, apretando con más fuerzas sus hombros para que ella hablara.

Se quejó por lo bajo. 

—Sí, sí. Mi mamá quiere que... ah... —trató de pensar en alguna excusa, pero no era lo suficientemente buena mintiéndo como el inquilino que le apretaba los hombros—. Ella quiere que cuide al perro...

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora