Capítulo 32

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Por favor, tenemos que hablar.

Tina trataba de ignorar los mensajes de Ross lo más que podía. Le llegaban cada hora. Trataba de refugiarse en los mellizos. No quería volver a recordar la cara de Ross cuando estaba hablando con Brandon. Sus ojos suplicaban. Pero a Tina ya le dolía de por sí la cabeza por la escuela.

—¿Por qué no sólo escuchas lo que te tiene que decir? —le había dicho Camila.

—Porque ya sé lo que va a decir. No gracias.

Pero ni concentrarse podía. Se le iban los ojos a las ventanas, y la mente se disparaba hacia las nubes.

«Me gustas».

Se pasó una mano por la cabeza y se haló el cabello. De pronto sintió un escalofrío por todo el cuerpo. Perdonarlo, o no. Escucharlo, o no. Aceptar sus sentimientos, o no.

Espera, ¿qué? ¿Aceptar sus sentimientos? ¿Por qué debería de hacer eso? A Tina no le gustaba Ross. Creía que no le gustaba Ross. A lo mejor a Tina no le gustaba Ross. Ross... Ross no. Por Dios, todos menos él.

Ross era... Ross. Era demasiado cortante para ser su novio. Ross era demasiado serio y todo él significaría problemas y drama —aunque Tina era el doble. Ross era su enemigo-amigo de la infancia. Le daría asco salir con su amigo de la infancia. Cada vez que quisiese besarlo, Tina recordaría la carita de Ross cuando era niño. Con los ojos saltones y el cabello casi rapado. Le daría asco besar a un niño...

Pero el pensamiento de Tina rechazando al chico le revolvía el estómago. Tenía ganas de correr y dar saltos energéticamente para quitarse toda aquella ansiedad del cuerpo. ¡Debía de escuchar lo que Ross tenía que decirle! Por lo menos para quitarse todas las dudas de la mente. Pero muy bien sabía en el fondo que desde el momento en que el chico dijera la primera palabra, Tina se cerraría y comenzaría a hacer un circo en su cabeza como siempre. Se imaginaría todas las posibilidades del mundo, hasta lo que no. Y eso era lo que le daba miedo.

Le daba miedo no poder tomar en serio sus sentimientos (si es que eran reales).

Le daba miedo el simple hecho de que alguien tuviera sentimientos reales hacia ella. Tina se la había pasado demasiado tiempo soñando que cuando la realidad de las cosas le golpeó la cara, le dolió demasiado. Despertó del trance que varios años había tenido, y lo único que pudo hacer fue entrar en pánico y hacer lo primero que se le venía a la mente.

Pero Ross la había ayudado. Y le quería. Por lo menos le agradecía.


***


Tina no se encontró con Ross en la salida. Pensó que tal vez se había hartado de ella. Ni siquiera lo buscó. El cuerpo se le relajaba cada vez que sabía que no se lo iba a encontrar. Y hasta su madre tuvo que ir por ella.

Cuando llegó a su casa, tampoco vio a Ross. Entonces Tina se preocupó. ¿Estará Gisselle bien? ¿No le pasó nada grave? ¿Y si Ross se tuvo que ir por ella?

—Mamá, ¿no ha pasado nada... malo? —le preguntó Tina.

Martha la miró confundida, casi alarmada.

—¿Pasó algo? —dijo Martha.

—No. Te lo estoy preguntando yo.

—Pues no. No que yo sepa. ¿Por qué?

Tina sólo asintió. Subió a su habitación demasiado apresurada y tuvo que aventar el celular a la cama para no tener la tentación de llamar a Ross tan cerca.

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora