Capítulo 26

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Quiso poder tener la habilidad de cerrarse la garganta o de morderse la lengua. Pero simplemente ya no podía soportar todo el tiempo quedarse callada, mientras que los demás se burlaban de ella. Ya no.

Tragó saliva e inspiró profundamente.

—O sea, así —dijo Tina—. Siempre que estás a solas conmigo eres lo contrario a cuando estamos con alguien más.

Tampoco se atrevía a mirarlo a los ojos.

—Tina...

—Es que es la verdad. Todo el tiempo es así. Ya no sé... —suspiró—. Estoy confundida —entonces lo miró, al fin—. Dime una cosa: ¿por qué me invitaste a salir? Y no me vengas que era algo casual nomás porque somos amigos. Si fuera así, entonces ¿por qué no invitaste a Ross, o siquiera a alguno de tu grupito? ¿Por qué solos? ¿Estabas jugando conmigo? ¿Esto lo planeaste con Elena? ¿Y por qué fingiste que te habías encontrado conmigo por casualidad? Y, además, me dejaste sola.

—Tina, era mi novia.

—¡Pero estabas conmigo!

De pronto sintió un fuerte dolor de cabeza, pero no le importó.

—Me gustaría que me explicaras todo eso. Ahora, si no te importa. Porque he pasado todas estas semanas comiéndome la cabeza mientras tú me ignorabas.

«Eso, Tina. ¡Sácalo todo! Si quieres golpearlo a él también, adelante», decía una vocecita en su mente, que acalló de inmediato.

Brandon suspiró, algo exasperado, y dejó la pomada donde estaba.

—He estado pensando en romper con Elena...

Tina rodó los ojos con ironía.

—Ah, no me digas. ¿Desde cuándo me llevas diciendo eso?

—Ahora va en serio, Tina —la interrumpió, muy serio de pronto—. Ha estado muy insufrible y además no me gusta. Y ahora menos que te ha golpeado. A propósito, ¿por qué lo ha hecho?

—No cambies de tema —dijo Tina—. Yo soy la que hace las preguntas aquí.

Tina se sintió bien, y algo ridícula al mismo tiempo, al decir eso. Como el policía malo. Pero la mirada que puso Brandon hizo que se avergonzara. Así que carraspeó e hizo un ademán para que prosiguiera.

—Bueno. Quiero que me perdones por haberte dejado sola. Por haberle dicho a Elena que me había encontrado contigo. Por mentirte e ignorarte —Brandon tragó saliva y la miró a los ojos—. Tú me importas, Tina.

Tina al principio no se había tragado sus disculpas. Había sonado más como obligación. Como cuando de pequeño la maestra te obligaba a pedirle perdón a alguno de tus compañeros de clase por haberle hecho alguna travesura.

—¿Te importo? —le preguntó Tina.

—Me gustas.

Y silencio. Tina se quedó perpleja. 

«¡Alto! ¿Qué está pasando aquí?».

Pues fácil: el amor de toda su vida le acababa de confesar sus sentimientos.

Si es que eran reales.

Entonces Tina se puso alerta. No podía bajar la guardia. ¡No después de tal declaración! Aunque una gran parte de ella —tal vez el noventa y nueve punto nueve por ciento de ella— quería saltar de felicidad y decirle que rompiera de una buena vez con Elena y que se fugaran juntos a Las Vegas.

—¿Q-Q-Qué...?

—Tina —dijo Brandon. Dio unos pasos hacia ella y se le quedó mirando fijamente—. Me gustas. Es por eso que te invité a salir. Nosotros dos a solas. Pero cuando apareció Elena, yo... entré en pánico y ni siquiera pensé en lo que decía. Para cuando reaccioné, ya la estaba llevando a casa y te había dejado a ti en las manos de Ross, otra vez.

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora