Capítulo 21

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—¿Y quién era tu amigo si se podría saber? 

Había regresado a la banca en la que seguían sentados Cameron y Camila. Estaba segura de que su berrinche se había escuchado más allá, pero la verdad es que no le importaba eso demasiado. 

—¿Qué amigo? Ah, Ross —dijo Tina, con cierto desprecio—. No es mi amigo. 

—¿Es tu... novio? 

—¡Claro que no! —aclaró, sobresaltando a Cameron, quien seguía con la mirada perdida entre las letras de su libro. No le pidió una disculpa—. Simplemente... No es nadie, ¿sí? 

Camila se encogió de hombros. 

—Pues era muy guapo. 

Escuchó cómo Cameron chistaba y le daba un pequeño empujón con el codo a su hermana. 

—No seas así. 

—Pues ¿qué? Es la verdad...

Tina hizo oídos sordos a los demás comentarios de Camila y decidió comer un poco de su almuerzo.

No tenía apetito.


***


Se dejó caer en su cama, rendida. ¿Había sido lo correcto? ¿Decirle todas esas cosas? ¿O hubiera sido mejor mantenerse al margen, como siempre? Pero si hubiera seguido callada, entonces Ross la habría estado interceptando sin parar. ¿O no? 

Como sea. Ya lo había hecho. No tenía tiempo para sentirse culpable por él. Así que dejó las cosas como estaban y se quedó en su habitación por lo menos todo el día, sintiéndose de pronto algo decepcionada. 

Pero ¿por qué? ¿Porque Ross no fue a su casa? ¿Y para qué iría a su casa? ¿Para hablar? No sabía, pero estaba segura de que Ross no era esa clase de chico. Ese que insiste e insiste. No, para nada. Se daba cuenta de que a él todo lo daba igual. 

Y a ella también debería de darle igual.

Pero no podía darle igual. Por más que lo intentara, seguía en su cabeza la imagen de la cara de Ross mientras hablaba. Y seguía reprimiéndose a ella misma en vez de estarse dando vítores. 

¡No era su culpa! Fue Ross quien había estado jugando con ella. ¡Pero es que Tina era demasiado ingenua y tonta!

Solo por un momento le dieron ganas de ir a la casa de Ross para aclarar las cosas. No le estaba gustando para nada el estar sacando conclusiones desesperadas, ¡pero es que todo encajaba!

No le hallaba sentido a nada de lo que Ross había estado haciendo todo el tiempo: primero la ayuda con Brandon. ¡Y después se hacen los amigos inseparables! ¡¿Cómo es eso?!

Había escuchado de las chicas del equipo de porristas —cuando aún estaba— que los hombres eran así, por más cliché que fuera. Tina también pensaba lo mismo al respecto, pero el día en que había decidido tener a Ross como cómplice, aparentemente no se le había pasado por la cabeza que tal cosa podía hacerse, tarde o temprano, en su contra.

No. Ross no era el idiota. Era ella. 


***


Al día siguiente, Ross no pasó por ella, y al llegar a los pasillos de la escuela, tampoco se lo encontró. No es que lo quisiera ver o algo. Al contrario. Se sentía sumamente agradecida a los cielos por darle tal suerte aquél día. 

Necesitaba un respiro. 

En una clase que le tocaba con Ross, pareciera como si él la estuviera evitando. En toda la hora no le había dirigido la mirada, y Tina estaba al pendiente de eso. Tampoco Brandon se inmutó en saludarla. 

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora