52. EL FINAL DEL CAMINO

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Ambos canes se miraban a los ojos, impasibles, como si el más ligero movimiento pudiera hacerles perder el combate. Mixe sonreía de oreja a oreja a pesar de la seriedad que mostraba su rostro. Los copos de nieve, agitados por la fuerte tormenta, se pegaban en el pelaje de ambos contrincantes. Los segundos parecían minutos y los minutos horas. Hasta que, de repente, el líder de la aldea se alzó de su asiento acercándose a la balaustrada del balcón apoyando sus fuertes patas sobre esta. El peso del can doblaba y hacía crujir las maderas mientras sonreía maliciosamente. La voz del can resonó en toda la plaza retumbando con reverberación, la fuerza de la voz inspiraba terror en los aldeanos los cuales, con cierto miedo reflejado en sus ojos, alzaban la vista para contemplar a su líder.

- ¡Querido Pueblo! – La sonrisa del can mostraba malicia y seguridad mientras mostraba sus afilados colmillos – Hoy, es un día muy especial para el pueblo – Hizo una pequeña pausa para señalar hacía donde se encontraban los contendientes - ¡Mis hijo luchara contra uno de los mayores traidores de nuestra aldea! Demostrara a todo el mundo, como debe comportarse un líder nato – Apretaba su pata derecha alzándola hacía el aire – Mixe, espero no tengas la más mínima compasión con él. Solo es un sucio traidor.

Las palabras del enorme can sonaban imponentes y autoritarias. La gente del pueblo se mantenía en silencio cuando una risa desquiciante y maliciosa rompió el silencio, haciendo que todos los presentes posaran su vista sobre el causante.

- Padre, me ofende la duda – respondió Mixe mientras reía – Por supuesto que acabare con este idiota.

- Parece que los años te han vuelto bravucón Mixe – replicó su hermano sin despegar la mirada un solo segundo de la del contrincante.

- No es bravuconería hermano, es una realidad – dijo mientras optaba una postura de combate posando ambas patas contra el suelo – Vas a morir.

Tras decir esas palabras Mixe se lanzó a la ofensiva acortando distancias rápidamente con su adversario. Mike apretó sus puños y se preparó para defenderse de la arremetida de su rival. El can de pelaje apagado comenzó su ofensiva lanzando varios zarpazos hacía el cuerpo de su rival, obligando a su rival a retroceder para esquivarlos. Bloqueaba los contraataques de su contrincante sin dejar de sonreír ni un solo momento hasta que, en un visto y no visto, un fuerte derechazo impacto en el rostro del can de pelaje brillante haciendo se tambaleara levemente y bajara su defensa dejando el cuerpo desprotegido. Un segundo golpe, seguido de un tercero, no se hicieron esperar impactando con fuerza en el estómago y rostro del joven. El impacto en el rostro había sido tan certero que le había abierto una herida en su ceja derecha de la cual brotaba sangre sin parar, al ser una zona sensible y en constante movimiento es difícil de cicatrizar. La sangre caía hacía el ojo del can obligándole a cerrar el ojo por l cantidad de líquido que caía. Jadeaba mientras llevaba una de sus patas a la ceja comprobando de primera mano que efectivamente estaba herido. Tomo aire relajándose mientras se incorporaba para continuar el combate. El joven observaba a su rival que se encontraba riéndose ante la debilidad de su contrincante.

- ¿Acabamos de empezar y ya estas sangrando?

- Bueno, necesito un par de golpes para entrar en calor – De repente el rostro de Mike cambio completamente haciendo se mostrará extremadamente calmado y sereno – no volveré a fallar.

El cuerpo del can expulsaba un ligero vaho mientras se concentraba en su oponente. La plaza había vuelto a quedarse en completo silencio mientras el can de pelaje claro analizaba la situación. De un momento a otro, Mike se movió extremadamente rápido acercándose a su rival con el puño preparado para golpearlo. El golpe ascendió desde la cadera del can propinándole un fuerte gancho a su rival que, por la fuerza del impacto en su barbilla, trastabillo unos pasos antes de volver a mirar a su contrincante. Un hilo de sangre comenzó a brotar del hocico del can apagado. Tras frotarse suavemente el hocico Mixe observo a su hermano con una mirada de odio. Sin mediar palabra comenzaron a intercambiar golpes, los cuales impactaban en su contrarió, pero cada vez que eso ocurría su rival contraataca devolviéndole el golpe volviendo a equilibrar las tornas. El combate poco a poco empezaba a acalorarse, haciendo que los golpes y los bloqueos de ambos contrincantes aumentaran de velocidad y fuerza. Cada golpe que impactaba sobre el cuerpo de Mike resonaba en el ambiente como si una enorme piedra hubiera caído ladera abajo. Aunque, por otro lado, los golpes de Mike no se quedaban atrás en fuerza generando un gran estruendo cada vez que conectaban con el cuerpo o rostro de su rival.

Mikenix || El Angel DoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora