11. HASTA EL FIN DE MIS DÍAS

1.8K 148 101
                                    

Flex estaba de pie en la entrada de nuestra casa y traía a su espalda un perro que conocía muy bien, era ese can negro que tantas veces había intentado matarme. Me sorprendió sobremanera verle de nuevo y aún más el saber que flex lo había traído consigo. Por qué lo había hecho, flex sabía perfectamente que ese perro no me soportaba, y que cada vez que nos habíamos encontrado había intentado matarme. Observé a los 2 canes que habían entrado en mi hogar, tanto flex como el invitado indeseado tenían heridas graves. Aunque el perro negro tenía las peores heridas, qué había pasado para que acabaran así.

- ¡Acenix! – flex había gritado mi nombre, en su voz se notaba desesperación – Necesito tu ayuda... por favor.

No podía negar mi ayuda a flex, aunque no me agradara la idea de ayudar a ese perro negro, tampoco podía permitir que alguien muriera sin prestarle mi ayuda. Haría todo lo que estuviera en mi pata para salvar a ese perro.

-vale... llévalo a la cama, intentaré tratar sus heridas – corrí a la cocina en busca del botiquín y justo después volví al cuarto.

Justo antes de entrar por la puerta del cuarto escuché unos gruñidos extremadamente sonoros y gritos que provenían del interior, cuando entré vi que Mike se encontraba de pie con Jon en sus brazos. Estaba gruñendo con fuerza mostrando sus dientes a Flex y el en respuesta mostraba los suyos.

- ¡por qué coño has traído a ese perro aquí, sabes que no lo soporto Flex!

- Sabes perfectamente el motivo... no puedo dejarlo atrás...

La verdad, me cansé rápidamente de esa situación, solo quería prestar mi auxilio al herido así que me puse entre ellos y con una mirada seria les hable a ambos.

- Flex, deja a tu amigo en la cama y lárgate del cuarto – me giré para mirar a Mike – y tú te largas igual, necesito concentrarme en salvar una vida y solo estáis molestando.

Ambos se quedaron boquiabiertos ante mi temple y mi valentía a la hora de hablar, no tuvieron valor a contradecirme e hicieron lo que les dije. Fue un gran alivio que atendieran a razones, ya que no quería una sola pelea en mi hogar. Observé con detenimiento las heridas y no tenían buen aspecto, muchas eran profundas y parecía como si hubieran sido hechas con algo punzante o afilado. Saqué las pocas medicinas que nos quedaban y comencé a tratar las heridas del perro, ahora que podía observarlo bien después de retirar sus prendas de ropa para poder examinarlo, tanto su constitución como su aspecto eran distintos al de Mike, Suponía que sería de otra raza distinta, aunque no sabía diferenciarlos. Su hocico era alargado y ancho como si de un depredador se tratara, sus orejas eran triangulares y acababan en punta dándole un aspecto fiero. Al ser de color negro desprendía un aire peligroso e intimidante, sin contar con su cuerpo y constitución. Era bastante más grande y musculoso que Mike o incluso Flex.

Estaba tan concentrado en tratar las heridas de la pobre alma que yacía sobre mi cama, que no me di cuenta de que estaba comenzando a recuperar la consciencia, Abrió los ojos y me miró. Cuando se dio cuenta de mi presencia intentó incorporarse, pero las heridas le dolían y le impedían moverse libremente.

- ¡¿Qué coño haces gatita?! – se llevó la mano al pecho, la herida más profunda y grave que había recibido estaba justo allí. – como duele... - se quejaba mientras hablaba, me acerqué nuevamente a él para terminar de tratarle, pero con una de sus patas me agarró – que quieres hacerme...

- ¿Aun no te das cuenta perro idiota? Estoy tratando tus heridas – las palabras salieron secas y directas, no quería ser un desagradable con él, pero él era el malnacido que había intentando matarme varias veces, a pesar de estar curándole, mi cuerpo seguía a la defensiva.

Mikenix || El Angel DoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora