9- Una teoría.

158 33 2
                                    

No quería que me mirara justo como había empezado a hacerlo. Podía ver en sus ojos una pizca de lástima e incluso de incomodidad por no saber qué decir.

Había sentido la enorme necesidad de estar sola en cuanto le conté al respecto de mi sueño y como siempre me aleje.

Ese siempre había sido mi mecanismo de defensa, no sabía afrontar de otra forma aquellas situaciones que me generaban incomodidad, enojo o tristeza. Simplemente me iba, tomaba aire, meditaba hasta sentirme en calma y cuando regresaba ya no quería hablar de lo que fuera que me hubiese molestado en el reciente pasado. Fingía que todo estaba bien e incluso en ocasiones me lo creía.

Sabía que no era sano pero se sentía bien, por alguna razón las cosas malas e insanas siempre se sentían bien.

Escuche los pasos de alguien acercarse a donde me encontraba por lo cual levanté ligeramente mi rostro para así poder observar a la persona que ya suponía quién era.

Tome un largo trago del café que acababa de preparar e ignore su presencia intentando hacerle entender sin pronunciar una palabra que no tenía ni el mas mínimo interés de seguir con la conversación de la que minutos antes había huido cuál cobarde.

Pareció no importarle en lo más mínimo y tomó asiento frente a mí con todas las intenciones de decir algo.

-No tenías por qué contarme si no te sentías cómoda, no habría insistido.- Habló finalmente cauteloso, quizá intentando no hacerme sentir peor de lo que se suponía ya lo hacía.

No pensaba decir nada al respecto, ni siquiera yo sabía porque lo había hecho y francamente ya no me importaba.

Cuando lo miré y lo vi removerse en la silla a la espera de que me dignara de darle una especie de explicación para así poder quizá entenderme mejor, solté un pesado suspiro rendida e intente expresar lo que rondaba en mi mente de la forma mas concisa posible.

—No me sentí incómoda como crees, pero quise ahorrarnos la charla sentimental que no cambiará absolutamente nada.—

Se quedó en silencio pensando en las palabras correctas y justas para la situación.

Creía que las palabras correctas eran las que salían tal cual, sin filtro alguno, sin meditación previa, porque esas eran según yo las que expresaban realmente lo que pensábamos. Así que antes de que soltara alguna frase de lo más estructurada hable nuevamente.

—No hace falta que te fuerces a decir nada. Dejémoslo así por ahora.—

—Siento no ser muy bueno con las palabras.— Dijo apenado.

—Tranquilo.— Lo anime. —¿Quieres ver algo en el televisor?— Pregunte dando por terminado el tema.

—Son las 5:20 de la mañana.— Dijo incrédulo como si mi propuesta fuera de lo más descabellada.

—Vamos, con este café no podré dormir por mas que quiera.— Solté con un tono de suplica.

—Esta bien, pero tambien quiero uno de esos.— Señaló la taza humeante entre mis manos.

Sin quejarme me puse de pie para ir a prepararle una de mis especialidades: Café Irlandés.

Cuando le tendí la taza me miro dudoso como siempre. -Habría que trabajar la confianza.-

—Me arrastras al peor y más oscuro de los caminos.— Pronunció dramático tomando la taza.

—Puede ser, pero con la mejor de las compañías.— Indique guiñándole un ojo.

Finalmente nos pusimos cómodos frente al plasma de la sala y acordamos ver la serie que ya habíamos empezado hace algunos cuantos días hasta que fuera la hora de ir al instituto.

Estúpido cliché.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora