capítulo 20

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Un mes había pasado desde lo ocurrido en la cueva. Un mes en el cual Rachel ya no intentó contactarse con nadie. Un mes en el que hacía su trabajo en silencio y en el que se había acostumbrado a su nueva rutina: pesadillas, entrenamiento, trabajo y ataques de panico, no necesariamente en este orden pero si siempre presentes. Se estaba realmente acostumbrado a todo eso, tanto que ya casi nada le importaba, para no decir que no le importaba nada en absoluto, porqué aunque no le gustara admirirlo había perdido las esperanzas de que alguien viniera para traerla de vuelta a casa. Sabía que su familia había tratado pero luego no supo más nada, no sabía lo que pudieran pensar de ella sus compañeros que ademas pudieron ser influenciados por Terra, no supo nada del mundo fuera del de Slade desde que se metió en este. Tanto así que ya no se sentía ni Robin ni Rachel Wayne y por eso Deathstroke le había dado el nombre de Renegade. Ya no era si misma, solo era la sombra de la chica que alguna vez fue

~que sentido del humor más retorcido~ pensó la chica al escuchar el nombre que lamentablemente le pegaba en todo.

Pensanba en ese nombre, en el significado de ese nombre: renegada, mientras esperaba que Roman Sionis le pagara por las armas que Slade le mandó a entregar. Los subordinados de Black Mask controlaban el envío y ella estaba tranquila pues, a parte de no ser la primera vez que lo hacia, sabia que Deathstroke no hecharia a perder su relacion de negocio con Sionis. Este representaba demasiada plata como para perderlo

-aquí tienes niña- dijo el hombre de traje blanco y mascara negra entregandole un sobre.

La joven lo abrió para controlar provocando la risa del mayor

-nunca te fias- dijo divertido

-no confío en nadie. Conozco muy bien esta ciudad y sus ratas callejeras como para hacerlo- respondió sincera, o mas bien, sin importarle los "sentimientos" de esos criminales.

Guardó el sobre y sacó de su funda a una pistola que tenia asegurada a su pierna derecha. Enseguida todos los presentes a excepción de Black Mask le apuntaron a la chica quien simplemente hizo sus movimientos más lentos

-relájense chicos- dijo tranquila sacando de uno de los bolsillos de sus pantalones el cargador del arma que tenía en la otra mano

-Deathstroke me pidió dártela en persona- explicó pasando ambas partes del arma al mafioso quien las tomó y juntó

-bien. Puedes retirarte Renegade- no le gustaba como sonaba pero sentía que esa palabra la representaba bastante.

Ahora su vida era así. Era tan obediente que Deathstroke ni siquiera perdía el tiempo en controlarla en cada momento pues ahora ella sabía que la cosa iba en serio, al primer movimento en falso la vida de sus seres queridos correrian peligro.
Regresó a la guarida y le entregó el sobre a Deathstroke para luego ir a su habitación. Se durmió y creyó que por una vez podría dormir tranquila pero otra vez la misma pesadilla, el mismo ataque de pánico y su misma reacción. Cuando logró calmarse y superar el ataque fue a sacar toda su frustración en el sacó de boxeo que se encontraba en la sala de entrenamiento de la guarida de Slade. Estaba concentrada en su entrenamiento cuando escuchó los pasos de alguien acercarsele desde detras. No le dió importanza creyendo que fuera Deathstroke pero cambió de opinión cuando sintió el pinchazo en su cuello. Gimió por el repentino dolor, volteó de inmediato encontrandose con la chica que había estado buscando cuando estaba con los Titanes. Rachel se llevó una mano a la nuca y se sacó lo que le habían disparado. Era un dardo que probablemente contenía un sedante que pronto haría efecto

-no te resistas. Ese dardo contiene un sedante con el que no puedes lidiar- confirmó sus pensamientos la peliblanca

-quien eres?- preguntó comenzando a sentir la pesadez de sus piernas y brazos

-la que te va a rescatar de este agujero-

-no hables pendejadas. Te reconozco...se que eres la chica que en Jump City atacaba a los criminales...pero quiero saber quien eres realmente y que quieres de Deathstroke-

-eso no es de tu incumbencia. Que te sea suficiente lo que te dije antes- mientras la chica hablaba Rachel cayó al piso

-el efecto desaparecerá en unas cuántas horas pero van a ser suficientes para alejarte de Slade- Rachel la escuchaba hablar a lo lejos y luego le pareció escuchar una puerta abrirse con violencia.

La chica agarró a Rachel y la acomodó en su hombro como un costal de papas. La más joven no podía moverse en lo más minimo, apenas lograba quedarse conciente, y eso la desesperaba, se sentía demasiado vulnerable en ese estado

-nunca te desagradó hacer el trabajo sucio pero ahora que la cosa es entre tu y yo, obligas a una niña a hacerse cargo de él. Te estás haciendo debil viejo- escuchó la chica decirle a alguien

-ella está aquí porque yo decidí así y ahora desaparece de mi vista mocosa- reconoció la voz de Slade

-eres un cobarde! No te permitiré de involucrarla. Tu deberías estar buscando a Joseph tal y como lo estoy haciendo yo, pero prefieres el dinero ante tu hijo...- escuchó siempre más lejos las voces hasta quedar completamente inconsciente.

Por milesima vez la misma pesadilla se repitió. Rachel se despertó sobresaltada, agitada y asustada. Otro ataque de pánico. Hizo como solía hacer, se sentó en el piso para que el frío de las baldosas y la pared en cemento de la guarida ralentizara su respiración irregular. Trataba concentrarse en su respiración no lo lograba, como siempre.
No se esperaba escuchar la puerta abrirse pues Slade nunca iba a su habitación y menos para tratar calmarla

-Rachel mirame- pidió una voz femenina.

Cuando enfocó a la mujer descubrió que era Black Canary quien estaba arrodillada frente suyo

-mirame. Mirame y respira- dijo haciendo evidente su respiración para que la menor la imitara pero fue todo inutil

-yo me ocupo Dinah-

-..Jay...- jadeó su nombre al reconocer su voz pero antes de que pudiera decir algo más el mayor la abrazó acercando la cabeza de la chica a su pecho.

De esa manera la oreja de Rachel estuvo justo a la altura del corazón del mayor. Escuchaba claramente sus latidos ligeramente agitados por la preocupación. Se concentró en ellos mientras que su hermano acariciaba su cabeza y espalda buscando tranquilizarla y luego de unos minutos, lentamente, su respiración se sincronizó a los latidos hasta volverse normal. Recordó que cuando era pequeña y tenía ataques de pánico su hermano solía calmarla de la misma forma. Era una manera de asegurarle que ambos estaban ahí, juntos, vivos. Solo luego de calmarse se dio realmente cuenta que ya no estaba en la guarida pero tampoco sabía adonde estaba aunque en ese momento en realidad no le importaba, quería solo escuchar esos latidos y solo eso.

Robin-una historia que continuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora