Seventeen

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El arma se resbaló de las manos temblorosas del azabache y cayó al suelo con un golpe seco, Megumi se alejó del vehículo y dirigió sus pasos lentamente hacia la mujer que yacía inmóvil sobre la tierra; cada vez que se acercaba aún más al fallecido...

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El arma se resbaló de las manos temblorosas del azabache y cayó al suelo con un golpe seco, Megumi se alejó del vehículo y dirigió sus pasos lentamente hacia la mujer que yacía inmóvil sobre la tierra; cada vez que se acercaba aún más al fallecido cuerpo, lograba sentir sobre sus hombros una atmósfera pesada y un aire frío que penetraba sus huesos.

Después de asimilar la situación que acababa de ocurrir, sus ojos marinos se impactaron y horrorizaron.

"Había matado a alguien".

Megumi se estremeció de escalofríos con ese pensamiento en mente, pero antes de siquiera despertar de su perturbación...

Un fuerte rugido retumbó entre los árboles al compás de los truenos y relámpagos que resonaban en el cielo. Las fuertes pisadas que golpeaban contra la tierra se escucharon a una distancia cercana e hicieron que el azabache reconociera al instante aquel rugido aterrador, para luego girar y observar hacia la selva mientras que las ansias afloraban en su pecho, y esperaba impacientemente la aparición de la persona que más deseaba ver en el mundo.

Un gigantesco tigre de bengala saltó de entre los árboles y detuvo abruptamente sus pasos cuando se topó con la escena que se mostraba delante de sus ojos. Su plena atención se enfocó en la figura maltratada y ensangrentada de su precioso gatito; observó detenidamente a Megumi quien se encontraba estático, con las manos temblorosas y llevando un tierno puchero en aquellos labios rosados que mostraban indicios de llanto.

Sukuna apenas avanzó la mitad de camino cuando el azabache corrió desesperado para abrir los brazos y colgarse de su pescuezo con un fuerte abrazo. El alfa tigre murió de ternura por dentro al percatarse de que su minino escondió la cabeza en su cuello peludo, además de la enternecedora diferencia de altura que ambos tenían debido a su gran cuerpo de animal que doblaba la estatura del azabache.

Sukuna creí que... Jamás volvería a verte de nuevo—.

Megumi susurró con una voz quebrantada, al mismo tiempo que acariciaba dulcemente el pelaje esponjoso del tigre. Por el contrario, el felino salvaje dejó escapar pequeños ronroneos gracias a los suaves toques del azabache y como siempre era habitual entre ambos, escabulló su hocico en el cuello de éste para aspirar el delicioso y meloso aroma que tanto había extrañado.

Sin embargo, la rigidez tensó su cuerpo cuando se percató de las feas heridas y horrendas lesiones que marcaban espantosamente la piel de porcelana que adoraba morder; fue en aquel preciso momento donde aterrizó las patas en la tierra y recordó que el azabache había sido secuestrado, y obligado a cruzar un infierno.

La sangre de sus venas hirvió de la rabia y el coraje se apoderó de su juicio, maldijo una y otra vez a quién sea que se haya atrevido a colocar una mano encima de su gatito, y juró que los mataría de la forma más agonizante posible.

En medio de la ira y el enojo que carcomían su piel, trató de remover las gasas que cubrían las heridas del azabache para luego comenzar a lamer sobre estas, con la intención de sanarlas por completo y borrar cualquier cicatriz que podría arruinar aquella hermosa piel.

SAVAGE EYES (SukuFushi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora