VI. Hemos perdido el control.

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Existen miles de personas que hablan de la positividad ante los problemas que hay frente a uno, basta con ponerles buena cara para encontrar la fortaleza para continuar. Durante el último mes, Annia comenzó a creer en ese argumento, la llegada de Elisa y sus hijos que en principio consideró como un evento catastrófico, terminó por convertirse en lo que Galia necesitaba para obligarse a controlar sus estados de ánimo. Puede decirse que hasta se respira un poco de paz. Todos los días, al llegar de casa, sabe que la espera una rica comida preparada por Elisa que casi consigue que el apetito de la chica aparezca, cada noche Andrés se detiene a preguntar a sus tres hijos sobre su día. Reconoce que la otra familia se ha adaptado a su rutina y se ha esforzado, la casa incluso parece colorida con ellos ahí. Recuerda lo que Damián le había dicho sobre llorar y conectar con las emociones, se ha llegado a cuestionar si esa canción religiosa que la condujo a un llanto liberador fue la clave para ver su mundo con claridad. No encuentra una respuesta para ello, lo que no hay que explicar, es la calma que siente al darse cuenta de que ha llegado una estabilidad. Tanto, que no se ha planteado si esto en algún punto puede cambiar.

Como todos los días, camina de regreso a casa en compañía de Nicolás, incluso él ha cooperado para que la relación familiar prospere.

—Entiendo que aún falte para esa exhibición de arte, ¿pero por qué no has escogido una canción para bailar? —cuestiona Nicolás.
—Tres razones, aún hay tiempo, ellos tampoco han elegido una canción y, la más importante, no es un hecho que participaré.
—Creí que te habías inscrito con ellos.
—Pero en cualquier momento puedo hacer que desistan —responde con obviedad mientras saca sus llaves del bolsillo.

Nota que la puerta ha sido cerrada bajo llave, la clara señal de que no hay nadie en casa. Enseguida de que entran puede percibirse que algo es diferente, no sólo por la ausencia del olor a la comida de Elisa, algo hay en el ambiente que hace mucho que no se sentía. Annia se dirige a la habitación en la que duerme con Galia, la cama esta vez se encuentra desordenada, encuentra en el suelo un par de cajas de medicina vacías que levanta, algunas de las píldoras están regadas entre las cobijas, son muy pocas para unas cajas que recién habían sido abiertas. No tarda en concluir lo que ha pasado. Enseguida deja caer la caja seguido de un suspiro que denota su miedo.

—Todo indica que salieron y no nos avisaron —menciona Nicolás mientras entra a la habitación. Observa a la chica con extraño y se acerca a ella—. ¿Estás bien?

Camina hacia las escaleras para subir al segundo piso y tomar el único teléfono que tienen en casa, no nota que Nicolás la ha seguido. Presiona con las manos temblorosas teclas que no está segura de que sean las correctas, ha olvidado el número telefónico de Andrés, cuando finalmente consigue llamar al número correcto, cierra los ojos y se aferra al teléfono esperando que lo que pasa por su mente sea otro de sus pensamientos catastróficos y que sea Andrés quien se lo diga, pero nadie responde.

—¿Por qué no contesta? —dice con enojo.
—¿En qué estás pensando, Annia? —pregunta—. Salieron y olvidaron avisaron, no hay porque ponerte nerviosa.
—¿De verdad lo crees? —pregunta con una mirada preocupada, él sabe que está asustada, desconoce el motivo.
—Si —sonríe ligeramente.

Se escucha la puerta abrirse, ambos bajan y ven a Camila. En su rostro se ve una expresión confusa, no es el tipo de expresión que indique que todo está bien.

—Mis papás no están, ¿te dijeron a dónde fueron? —pregunta Nicolás, ella observa a Annia sin decir nada.
—Me llamaron —responde con torpeza.
—¿Dijeron algo importante? —pregunta Annia.
—Papá dijo que te llamará —responde a la chica.

Annia entiende un sinfín de cosas con esas palabras, aunque parezca radical, sabe lo que ha pasado, ni siquiera hace falta que le cuenten lo sucedido. Este es el momento que ni Galia ni ella querían que llegase, la razón por la que la puerta de la habitación de Galia había sido retirada, el motivo por el que los medicamentos eran controlados, incluso su madre sentía que en cualquier momento perdería el control. Pero, ¿por qué nadie se dio cuenta?

Sin CaerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora