Capítulo 48

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Alessandra

Un completo silencio, inunda el lugar donde nos encontramos. Los hombres que nos rodean comienzan a señalalizar el centro, para que nos dirijamos hacía allí. Pero ninguno de nosotros mueve un solo músculo.

Poco a poco cada vez comienza a aparecer más y más soldados. Observo mis alrededores porque no entiendo una mierda que esta pasando.

Una persona sale de la oscuridad postrándose delante nuestra. Cuando sale a la luz, puedo reconocerle perfectamente. Es el mismo hombre de la última misión.

—Un placer volver a verte de nuevo Alessandra— dice con una sonrisa en la cara.

De forma automática, mis manos se vuelven en forma de puños, y puedo notar como Adrián posa sus manos encima de las mías para intentar tranquilizarme.

—Mis disculpas Massimo Russo, un placer poder conocerle. No he dejado de escuchar historias sobre usted.

—Quien coño eres— pregunta mi padre enfadado.

—Todo a su debido tiempo. Le pido por favor que coopere, no quiera que Alessandra pase por lo mismo que la última vez — mi padre me mira — o algo peor— dice esto último riéndose.

—Quien te crees tu para venir a desafiarme.

Comienza a reírse.

—Massimo, te pido amablemente que te pongas de pie, te digo lo mismo Alessandra. No hagáis las cosas más difíciles.

Ninguno de los dos se mueve, pero cuando veo a uno de ellos alzando su pistola en dirección de Adrián mi cuerpo reacciona. Y me levanto quedando enfrente de él, de forma de que si le quieren disparar, tendrán que darme a mi primero.

—Ya sabía yo, que a tí te hace falta motivación para hacer las cosas— dice acercándose a mí.

Pero cuando esta a escasos metros de mí, mi padre se levanta y se pone delante mía.

—Lo que tu tengas, es conmigo, no con mi hija.

Comienza a negar con la cabeza.

—Tu a mi no me mandas. —le responde él.

Y según dice eso, dos manos me agarran de mis brazos y me tiran hacia tras. A continuación, hacen lo mismo con mi padre. Adrián se levanta para darle al misterioso hombre, pero unos hombres comienzan a pegarle.

—¡Para! No le toques. — grito intentando soltarme de su agarre.

—¿Y que recibiré yo a cambio? — pregunta acercándose más y más a mi.

—Cooperaré en todo lo que tu quieras. Pero prométeme que nadie de los míos resultará herido.

—Me gusta, tenemos un trato. — dice antes de irse hacia donde se suponía que estaba la entrada del edifico abandonado.

Los hombres que sujetan a mi padre y a mi, le siguen llevándonos a nosotros dos a rastras. Me giro y veo a Adrián con cara de preocupación, pero no puede hacer nada, pues están rodeados por muchos hombres.

Cuando comenzamos a acercarnos puedo ver a Iván sujetado por dos hombres y al resto de mis amigos rodeados.

Según todos ellos alzan la vista para ver la procedencia de los pasos que cada vez se acercan a ellos, todas sus miradas se centran en mi.

Siento que solo una, me penetrase hasta el alma, y es la de Iván, que me mira perplejo.

Me tiran enfrente de él, noto como la palma de mis manos duele, seguramente tenga sangre. Pues el dolor de verle aquí es mayor que el físico.

InfiltradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora