Capítulo 12

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AKIKO
Sentía como la incertidumbre y la emoción comenzaba a recorrer mi cuerpo mientras manejaba mi moto para ir a encontrarme con el ruso. La dirección que me había dado Ivankov era en una cabaña aislada y segura, donde no seriamos vistos por nadie. Apenas llegué vi estacionado el auto del ruso.

Ya se encontraba adentro esperándome”.

La puerta estaba abierta y apenas entre había un silencio sepulcral en la casa, el interior tenía una decoración hogareña de muebles rústicos pero de buen gusto y olía a sándalo. A pesar del silencio sabía que él se encontraba aquí, su auto afuera era prueba de eso.

—¡¿Quieres emboscarme Ivankov?! —dije en voz alta con un tono de diversión.

Me detuve en el umbral de la sala, pronto fui agarrada de la cintura para luego ser pegada contra la pared por un duro cuerpo para que luego la boca del ruso se apoderara de la mía. Él busco desnudarme quitándome la chaqueta y con ella la camisa. Aferré mis piernas a su cintura lo abracé del cuello y Andrey se restregó contra mi haciéndome sentir la dureza de su erección, sus manos viajaron a mi trasero para comenzar a caminar a quien sabe dónde conmigo aun besándolo. Me acostó en el mueble de la sala y vi cómo se alejaba para quitarse la camisa, otra vez volvía a ver su torso desnudo cubierto de tatuajes.

Nuestras ropas terminaron tiradas en el alguna parte de la sala. Volví a sentir su piel caliente contra la mía, la tibieza de sus dedos cuando me agarraba de las caderas. Terminé encima de él a horcajadas subiendo y bajando mis caderas, marcando el ritmo de este encuentro hasta que el ruso volvió a tomar el control embistiendo frenético contra mí y besándome, sonreí contra su boca.

En el momento que ambos llegamos a nuestro orgasmo y la bruma del placer se disipó me quedé admirándolo por un momento. Andrey era cruel, fiero, despiadado pero también era genuinamente bello.

“Él tenía la belleza que dejaría a cualquier mujer deslumbrada”.

Sus manos fueron a mis hombros donde vio el comienzo de mis tatuajes y se quedó estudiándolos como yo hacía con los suyos pasando mis dedos por los trazos.

—Son signos de mis logros —dijo sin que se lo pidiera mientras estudiaba sus tatuajes. —Cada marca que he logrado desde que empecé en la hermandad.

—También cada cicatriz. —había varias, una que iba desde su cadera, otra en su abdomen y dos marcas de bala en su pecho. —Has sobrevivo bastante Ivankov.

“Él rio y lucia aún más hermosos cuando lo hacía” –pensé.

—Y lo seguiré haciendo sladkaya. No pienso morir aún… —sentenció para volver a besarme.

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Desperté, miré a mi alrededor y me encontraba en una amplia cama King cubierta por gruesos edredones a mi lado aún estaba la marca que  había dejado el cuerpo del ruso, luego de follar en el sofá pasamos al dormitorio y después del tercer orgasmo caí rendida. Me levanté de la cama, busqué en el armario del dormitorio alguna prenda para cubrirme, terminé poniéndome una camisa negra del ruso que cubría mis muslos.

Salí de la habitación y por el pasillo escuché ruidos de ollas golpeando, al mismo tiempo un sabroso aroma llegó a mi nariz. Y que sorpresa tan grande me llevé al encontrarme a Andrey Ivankov vestido solamente con un pantalón deportivo sin camisa, revolviendo en una olla una salsa blanca que olía delicioso mientras que en otra olla hervía pasta y se veía muy concentrado en la comida.

—Vaya, siempre encuentras una manera de sorprenderme —dije apoyando mis codos en el mesón de granito negro. —No pensé que cocinaras.

—No te emociones sladkaya, esta pasta es lo único decente que se cocinar. —reí.

—Al menos sabes cocinar pasta. Yo no cocino nada, sirvo para matar y degollar pero las habilidades hogareñas se me dan de la mierda. —Andrey rio para luego colar la pasta, echarla en la salsa blanca y empezar a revolverla.

Mi estómago gruño del hambre, ni hablar del deseo por la escena tan arrebatadora que era ver a Andrey Ivankov en la cocina.

—¿En qué puedo ayudarte? —pregunté sintiéndome inútil de solo mirarle.

—En la encimara se encuentran los platos y los cubiertos en aquella primera gaveta —asentí y me levanté de la silla. Saque dos platos hondos de vidrio de la encimera  junto con dos tenedores de la gaveta que me había señalado Andrey, los acomodé  en el mesón de granito negro uno al lado del otro.

El ruso sirvió la pasta enrollándola en una elegante bola, dándole un último toque con queso parmesano y romero. Era aterrador lo normal que era estar así con él, nos sentamos uno al lado del otro, di el primer bocado y mi paladar degustó el sabor cremoso de la salsa bechamel, la pasta ni muy blanda ni muy dura.

—Definitivamente sabe exquisito. —dije volviendo a probar otra bocado mientras Andrey me sirvió un copa de vino. —¿Quién te enseño a cocinarla?

—Mi madre, fue lo único que pude aprender luego ya no le di más tiempo a cosas como estas. 

—Humm lo único que recuerdo de mi madre es que le gustaba hornear, hacia muchos bollos dulces. Incluso ahora puedo recordar como era el olor a vainilla y canela que se extendía por toda la cocina —sonreí. —Era buena pero no la más fuerte, al final mi padre terminó doblegándola y se suicidó.

Confesé sin atreverme a mirarlo, ya hasta el hambre se me había ido.

—Mi padre quiso muchas veces que mi madre lo hiciera pero ese bastardo nunca pudo contra la voluntad de Dominika Petrova. —enfatizó Andrey y voltee a mirarle. El ruso estaba sonriendo pero esa era la sonrisa más falsa que le había visto hacer.

—Otra cosa que compartirnos: Nuestros padres fueron unas mierdas. Mi padre me golpeó durante años para que me fortaleciera según él mientras que con Kai era más blando.

—El mío me encerró en un calabozo por desobedecerle después de darme una paliza.

—Me tatuaron la espalda en contra de mi voluntad a los doce. Fui inmovilizada contra la mesa, arrancaran la camisa de mi cuerpo. El dolor siempre está presente, dolió tanto, la maldita aguja se enterraba en mi piel con más fuerza de la necesaria pero si soltaba una lágrima habría consecuencias…

—Nuestros padres eran basura. Brindo porque ya están muertos —replicó Andrey.  

—Y que nunca más volverán….

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Fueron semanas maravillosas de buen sexo y la cabaña se había vuelto nuestro lugar de encuentro. Él maravillaba con los trazos de mis tatuajes, mientras embestía detrás de mí. Mi cabeza quedó rescatada en mi hombro mientras con su brazo me sostenía de la cintura y follaba duro, sin detenerme buscando encontrar liberación para ambos.
“Ambos lo queríamos”.

—¡Ahs, Andrey!

—Te necesito tanto sladkaya.

—Yo también. Quiero sentirte por completo. —su aliento se sintió caliente contra mi garganta cuando lamió el lugar sobre mi punto de pulso y chupó.

Me apreté a su alrededor cuando sentí mi orgasmos acercándose. Andrey jadeó casi pareció un gruñido, hasta que llegué a mi orgasmo y él se corrió dentro de mí.

—Eres mi iglesia Akiko porque llevas al único Dios que quiero servir escondido entre tus piernas. —susurró contra mi oreja haciendo que toda mi piel se erizara.

Terminé boca abajo con Andrey a mi lado recorriendo el tatuaje de mi espalda con la yema de sus dedos, lo peor era lo fácil que me estaba acostumbrando a él. 

—Los consideramos amuletos: se supone que nos protegen, demuestran nuestro honor y valía para la organización. —dije mientras me deleitaba con sus caricias.

—Es hermoso.

—Sí, pero aun no está terminado…

Me gustó mucho este capítulo 😌 lo sentí como uno de los más tiernos entre ANDREY y Akiko 💞

©Tu Infierno es mi Paraíso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora