3 : Ángeles

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Capítulo 3: Ángeles

- ¡Ya está! – exclamó Sana alegremente - ¿Lo ves? Te dije que no dolería.

Un jovencito de 16 años asintió levemente, recuperando un poco el color. Para alguien que nunca ha tenido una fractura es un poco impactante ver como una persona, por más doctor que fuese, apareciera con una pequeña sierra cortayesos y se acercará peligrosamente a tu pierna.

Más cuando, antes de la fractura, pasabas todas tus tardes haciendo skate.

- Bien, ahora tenemos que hablar seriamente – dijo Sana, sentándose tras el escritorio – Sé que ya estás libre del yeso pero aún no puedes andar en la patineta. ¿Entendido?

- ¡Pero...! – comenzó a decir el chico, callando luego de observar la mirada que su madre le dirigía.

- Necesito que entres a rehabilitación por al menos quince sesiones, para que puedas recuperar la movilidad enteramente. Es posible que la rehabilitación se extienda un poco, pero vamos a iniciar con ese plan a ver cómo te sientes. – dijo Sana, mientras terminaba de llenar un récipe – Antiinflamatorios 2 veces al día solamente si hay dolor – le dijo a la madre del chico, mientras le entregaba la receta – y, por favor, no deje que intente andar en patineta por al menos un mes ¿Si?

La señora asintió, agradecida, mientras ayudaba al chico a levantarse, para salir del consultorio luego de agitar la mano a modo de despedida por una última vez. Sana se tomó un par de minutos para recostarse en la silla y estirar un poco los brazos. Desde las 8 de la mañana estaba en el hospital y, en su consultorio, ya había atendido a más de 10 pacientes.

Necesitaba un break urgente.

Presionó un botón en su intercomunicador, para ser atendida por la secretaria del pasillo.

- ¡Hola Sunmi! – dijo Sana – Dime que no tengo que ver a nadie más hoy, vamos.

- ¡Doctora Sana! – exclamó Sunmi, riéndose – Ya no hay más pacientes por la mañana de hoy. Tan solo dos revisiones post operatorias para después de las dos de la tarde que aún no me confirman, así que, por lo que veo, el resto del día estará tranquilo.

- ¡Gracias Sunmi! ¿Te he dicho hoy que eres un sol? – preguntó Sana sonriendo, mientras escuchaba risas del otro lado de la línea.

Tomó su teléfono celular y revisó la hora. Si iba en ese momento a la cafetería podía conseguir aún un almuerzo decente y, posiblemente, podía tener un poco de charla nada productiva con Momo, así que se quitó la bata, dejándola colgada en el perchero de la puerta, y guardó su teléfono en el bolsillo de su uniforme, mientras salía del consultorio, saludando con una mano a Sunmi, quién le devolvió el saludo animadamente.

Caminó calmadamente por los pasillos del hospital, saludando a un par de enfermeras que se encontró por el camino. Bajó las escaleras en dirección a la cafetería, encontrando que, para su beneplácito, estaba casi vacía.

- ¿A dónde crees que vas tan rápido?

Sana solo tuvo tiempo de girarse cuando un par de brazos la estrecharon fuertemente, dejándola sin aire. Después de forcejear un poco pudo conocer la identidad de su atacante. Un par de ojos se fijaron en ella, mientras la invitaban a pasar a la cafetería.

- Si no te apuras no nos dejaran nada bueno de comer ¿Lo sabías? – comentó Momo con una sonrisa, mientras entraba a la cafetería.

- ¿Es necesario que me saludes así cada vez que me ves? – preguntó Sana, recuperando el aire.

- ¡Claro que sí! – exclamó Momo, fingiendo estar ofendida – Es mi manera de demostrarte mi afecto.

- Entonces tu amor duele – refutó Sana, mientras revisaba el menú del día.

You are my sickness - SahyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora