18 : Rabia

391 51 3
                                    

Capítulo 18: Rabia

Puso sus manos en su cuello y se estiró un poco, permitiendo que sus músculos liberaran un poco de tensión.

El reloj de pared que adornaba vigilante el pasillo marcaba las 5 de la mañana. Un poco más y su guardia terminaría, así que dentro de poco tendría un poco de bien merecido descanso.

A pesar de todo la guardia nocturna de ese día no había estado muy pesada. Tan solo un par de accidentes de tránsito no tan graves, que dejaron a un grupo de amigos alcoholizados con escoriaciones leves. A mitad de la noche un esguince de muñeca por una caída de la cama fue lo más escandaloso que tuvo que atender. Además, la otra traumatólogo de guardia era Momo, por lo que había pasado la mayor parte de la madrugada hablando con ella en la cafetería.

Quizás era por la poca actividad que había tenido durante toda la noche que se sentía realmente cansada.

Bebió un poco de agua del bebedero del pasillo, mientras intentaba espabilarse un poco con el frío líquido deslizándose suavemente por su garganta. Palpó el bolsillo de su uniforme en búsqueda de su teléfono celular, pero recordó que lo había dejado en su maletín, por lo que se dirigió con paso cansado hacia la sala de lockers de los médicos.

Entró en la sala de lockers, saludando con la mano a Daniel, quién se encontraba revisando unas carpetas, mientras se dirigía a su locker y, marcando rápidamente su combinación, ubicaba su teléfono celular.

La presencia cada vez más cercana de Daniel hizo que girara su cabeza.

- ¿Qué tal la guardia Sana?- preguntó Daniel, con una sonrisa.

- Tranquila – contestó Sana, encogiéndose de hombros – No hubo mucha novedad.

- Me alegro – comentó Daniel, manteniendo el contacto visual.- ¡Hey Sana!

- Dime – murmuró Sana secamente, empezando a cansarse

- Sana – repitió Daniel, acercándose más – Quería agradecerte realmente el que no le hayas comentado a Jihyo nada sobre, ya sabes, las otras chicas y eso.

Por supuesto, qué otra cosa le podría interesar al cara de hurón.

Tenía que salir de allí antes de que terminara insultándolo por todas sus jugarretas.

- Ese asunto no es de mi incumbencia – contestó Sana, sin expresión – Son cosas entre tú y Jihyo.

- Lo digo porque como tú y Jihyo son tan cercanas – siguió hablando Daniel, manteniendo la sonrisa – Realmente eso me dice mucho sobre ti Sana. Eso me confirma que eres una gran persona y que puedo confiar en ti. Además, también quería darte las gracias por llevarte tan bien con Jihyo – añadió Daniel – Haz hecho que su adaptación al hospital sea más fácil, y sé que se siente a gusto en este lugar.

- No tienes por qué agradecerme nada Daniel – dijo Sana, tratando de ignorar la punzada de dolor que sentía al hablar de Jihyo – Y, te repito, los asuntos entre tú y Jihyo no son mis asuntos.

- Gracias Sana.

No podía soportar el cinismo de Daniel. Hablaba de sus otras chicas como si realmente Jihyo no le importara en lo más mínimo. Y aun así no podía decirle nada, no podía gritarle que era un idiota e intentar hacerlo reaccionar.

Tenía razón en lo que decía. Ese no era su asunto. El que Daniel engañara a Jihyo no era su problema, no tenía que ser su problema, no tenía que importarle.

Sin embargo le importaba. Le importaba porque Jihyo le importaba. Y eso hacía que en su pecho la punzada de dolor creciera cada minuto más y más.

Estaba a punto de darse la vuelta e irse cuando Daniel le interrumpió el paso.

- Sana – habló Daniel, acercándose más allá de la zona de confort de la rubia – Quería pedirte un gran favor.

- Habla – murmuró Sana, intentando alejarse.

- Ya te mencioné hace algún tiempo el problemita que tenía con Jihyo. ¿Recuerdas?

Su sangre ya estaba empezando a hervir.

- Estaba pensando en algo – prosiguió Daniel, acercándose aún más – Ya que tú y Jihyo son tan amigas, y que sé que ella se siente a gusto contigo porque confía en ti, quizás tu podrías ayudarla un poco con eso – siguió Daniel, poniéndole una mano en su cintura – Quizás si hacemos algo los tres juntos ella podría dejar un poco su timidez y así le enseñarías, no sé, un poco más a como mov...

No podía soportarlo.

Sintió como la ira inundaba cada fibra de su ser, nublando su vista y potenciando su voz. Tomó a Daniel por el cuello de su camisa, haciendo que despegara sus pies del suelo, arrinconandolo contra la fila de lockers junto a un sonoro golpe.

Su voz, rasposa y herida por la rabia, completó la amenaza.

- ¡Escúchame bien cara de hurón! – le gritó Sana, con voz grave – Escúchame bien porque no te lo voy a repetir. Si vuelves siquiera a insinuar ese tipo de cosas te juro, ¡Escúchame bien!, te juro por todo lo que tu más quieras que te voy a partir hasta el más minúsculo hueso de tu asquerosa cara hasta que ni el mejor cirujano del país pueda hacerte parecer un ser humano otra vez. ¿¡Me escuchaste maldita rat...!?

- ¿¡Qué demonios pasa aquí!? – exclamó una conocida voz.

Giró la cabeza para encontrarse a Momo, con sus ojos fijos en ella, observando la escena seriamente.

Sana suspiró, mirando a un Daniel que temblaba bajo su agarre. Aun manteniendo la amenaza en sus ojos borgoña lo soltó, permitiendo que su espalda se deslizara por el frío metal del locker, emitiendo un chillido apenas audible.

Daniel tan solo la miró, con el miedo reflejado en su mirada, intentando recuperar su postura seria acomodándose el cuello de su camisa, mientras tomaba las carpetas que revisaba anteriormente y salía despavorido del lugar.

Sana estuvo a punto de armar una excusa cuando Momo se le adelantó, evitando que hablara con un gesto de su mano.

- Sana – dijo seriamente Momo – Esto se te está saliendo de las manos. No sé qué te habrá dicho para que te salieras de control de esa manera, pero no puedes volver a hacer lo que hiciste hace rato. Mina se esfuerza por mantener un ambiente cordial entre todos nosotros, y nosotras como sus mejores amigas debemos apoyarla, a pesar de que Kang sea un idiota. Si quieres irte a las manos con el hazlo en cualquier parte, pero no aqui en el hospital.

Sana solo asintió débilmente, con las manos temblando por la rabia acumulada, y sintiendo el peso de sus acciones como una inmensa ancla que la halaba hacia abajo, acrecentando su cansancio.

Aún su pecho dolía. Cada vez que recordaba las palabras de Daniel su pecho dolía.

- Ahora ven – murmuró Momo, con voz suave, mientras extendía sus brazos hacia Sana.

Al sentir la calidez de Momo simplemente se desmoronó.

Las lágrimas empezaron a caer, mojando la bata de su colega, mientras se aferraba con fuerza a la espalda de Momo, temblando violentamente de la rabia. Momo tan solo la abrazaba suavemente, manteniendo firme su agarre, sabiendo que en ese momento su amiga tan solo necesitaba un pilar para sostenerse.

Ella sería ese pilar. No la dejaría caer tan fácil.

La dejó llorar, sintiendo como Sana dejaba salir la rabia que tenía contenida, ahogándola tanto como sus sollozos. Sabía que lo que había hecho Daniel tenía que haber sido lo suficientemente grave para Sana, como para hacer que la rubia rompiera su fachada serena y se dejara llevar por un impulso violento.

La amable Sana. La Sana que siempre hablaba con una sonrisa.

La Sana que era capaz de callarse los secretos de su rival, solo para no ver sufrir a la chica a la que quería, aunque ella sufriera más callándose.

La sostuvo, con fuerza, porque sabía que ya no había marcha atrás.

Desde el momento en el que escuchó los gritos de Sana en el pasillo, afortunadamente vacío, lo supo.

Todo se había salido de control.

You are my sickness - SahyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora