FIN - 29 : No puedo dejarte ir.

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Capítulo 29: No puedo dejarte ir.

La madrugada se extendía por todo lo largo y ancho de la ciudad, expandiendo su silencio hasta por los más recónditos parajes de sus calles, helando los huesos de los contados transeúntes nocturnos con la fría brisa que arremolinaba sus cabellos, calando hondo en su humanidad. En un par de horas más el sol estaría llenando con su luz lentamente el cielo, creando hermosos mosaicos con los colores del alba mientras poco a poco la ciudad empezaba a llenarse del caos habitual de las mañanas.

En un par de horas comenzaría nuevamente la rutina matutina de los habitantes de la ciudad.

Pero incluso, antes de que empezara a despuntar el alba, ella ya estaría camino a otras tierras.

La suave brisa alboroto su cabello rubio, pero ella no se inmutó. Permaneció mirando el oscuro paisaje que alcanzaba a detallar desde su balcón, llevándose lentamente la taza que sostenía entre sus manos a los labios, para beber un poco del humeante café que acababa de preparar. Dejó que el amargo líquido se deslizara por su garganta, irradiando calor a su paso.

Cerró sus ojos borgoña por un momento, intentando concentrarse en el fuerte sabor del café sin mucho éxito. No se sentía muy cansada, pero eso ya no era novedad para ella, a pesar de que no había logrado conciliar el sueño durante toda la noche.

Después de todo eso ya no importaba mucho. Tendría tiempo de sobra en el avión para echar una siesta rápida, mientras sobrevolaba los cielos de la ciudad en la que había crecido.

Extrañaría mucho ese lugar.

Extrañaría su casa, con más metros cuadrados de lo que realmente necesitaba y su enorme balcón que le proporcionaba esa espectacular vista. Extrañaría el hospital, con su ajetreo y bullicio que muchas veces no le permitía tomarse un buen descanso. Extrañaría a esas amigas que se habían convertido prácticamente en sus hermanas, y a la parte de su cariñosa familia que se quedaría atrás en la ciudad.

Y también la extrañaría a ella.

Aunque no quisiera aceptarlo, sabía que terminaría extrañando de alguna u otra forma a Park Jihyo.

Es más, aún no había puesto el primer pie en el aeropuerto cuando ya la estaba extrañando.

Sus labios se curvearon en una débil sonrisa, y por un momento agradeció el que Jihyo haya sido su primer amor.

Si, su primer amor, porque ese sentimiento que hacía latir más rápido su pecho solo lo había logrado desarrollar de manera tan intensa con Jihyo, y, aunque todo se había quedado en un sentimiento que estaba destinado a morir sepultado entre los escombros de su memoria, agradecía el hecho de haber podido sentir algo tan inexplicable dentro de su ser por primera vez.

Dejaría definitivamente de encontrarse con esos orbes púrpuras, pero sabía que cada vez que sus ojos se cerraran volverían a aparecer esos hermosos ojos llenos de vida, que eran capaces de alegrar su día con su sola visión. Agradecía que su primer amor hubiese aparecido en ese momento, cuando ya había alcanzado la estabilidad y a pesar de todo era consciente de sus límites, y no antes, porque si todos los amores terminaban de esa manera sin duda hubiese hecho muchísimas más estupideces siendo más joven.

Le habían dicho que el amor dolía, pero nunca creyó que fuera real.

Nunca creyó que el conjunto de reacciones fisiológicas que se daban en su cerebro, liberando neurotransmisores y modificando sus patrones de comportamiento, terminaran por causar un dolor tan similar al físico, pero mucho más perturbador.

No había nada que oprimiera su pecho. Su camisa holgada en ningún momento se ceñía fuertemente a su tórax, pero aun así cada vez que pensaba en Jihyo sentía como el dolor se expandía por todo su ser, contrayendo su pecho y agitando su respiración.

You are my sickness - SahyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora