Capítulo 1: ¿Eres tú?

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"Es demasiado" "por favor, no más" "no puedo soportarlo". Esas palabras se repetían en mi mente una y otra vez, sin detenerse... solo quería desaparecer. La vida se me iba por los ojos y no era capaz de hacer nada para solucionarlo; lo único que mi mente podía pensar era "alguien, por favor ayúdeme" mientras mi alrededor solo se hacía más difuso y pequeño, hasta que ya simplemente despierto bañada en un mar de sudor con la cara empapada de amargas lagrimas que no paraba de salir. Llevo las manos a mis ojos mientras las lágrimas se cuelan por mis dedos sin detenerse. Con rabia las esparzo tratando de eliminarlas, pero no funciona y un grito ahogado de frustración se escapa por mi garganta ¿por qué simplemente no desaparecían? ¿Por qué el recuerdo me persigue hasta en mis sueños? Trato de regular mi respiración, pero pareciera que el aire se me va apenas este ingresa a mis pulmones, mi cuerpo tiembla, tengo frío a pesar de que sea otoño y las temperaturas aun no bajaran. Con la cabeza contra mis rodillas, mi respiración se fue regulando y poco a poco las lágrimas dejaron de salir.

Una vez tranquila y con el cuerpo despejado gracias al agua de una corta ducha, miro la ventana. Al no ver luz asumo que falta para el amanecer, el despertador marca las 4:50 de la mañana por lo que con todo el silencio que puedo lograr me visto y tomo las llaves de la casa para poder correr antes del inicio de clases. Las calles son muy tranquilas a estas horas de la mañana, si bien mi barrio no es el más seguro de la cuidad no era algo de lo cual preocuparse realmente. Mientras aumentaba la velocidad de mis zancadas el sol comenzaba a iluminar la ciudad, las personas comenzaban a ir a sus trabajos y el sonido comenzaba a inundar el lugar. Cuando mi reloj de muñeca dio las 6:30 regresé a casa siendo recibida por mi abuela preparando el desayuno.

— Buenos días, abuela. — dije al entrar en el comedor para dejar un beso en su cabeza.

— Buenos días, Kiki-chan. — responde mostrándome su siempre cálida sonrisa. — siéntate y come tu desayuno, sé que no comiste antes de salir.

Sin rechistar me siento frente a ella a pesar de estar sudada. Le resto importancia ya que puedo bañarme al terminar, si algo era sagrado para mí, eran los desayunos junto a ella; después de todo es toda la familia que me queda.

El desayuno me ayuda a reunir fuerza y el baño me deja renovada para poder soportar lo estresante de la secundaria. Los mismos pantalones, la misma camisa y chaqueta; nada cambia, todos los días lo mismo, pero supongo que de alguna u otra forma esto es mucho mejor que llevar falda, el único problema son las clases de gimnasia; al ser autorizada a utilizar el uniforme masculino debo usar por defecto los baños de chicos, lo más incómodo son las clases deportivas cuando necesito usar las duchas, debo esperar a que todos se vayan o en ocasiones extremas usar el baño de profesores, lo cual no tengo permitido, pero mientras no se enteren no tendré problemas, por lo menos me es tolerable. Todavía recuerdo cuando mi abuela fue al colegio para que me permitieran llevar el uniforme de hombre, no fue hasta que amenazó con denunciarlos que aceptaron, después de todo a una escuela pública no le vienen bien las demandas para obtener el dinero del gobierno.

Oculta ║ Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora