Capítulo 4: Entre Golpes

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El hospital nunca es un lugar de buenos recuerdos, solo logra almacenar dolor, miedo y muerte, es una de las razones por las cuales los odio; No logro soportar ni su olor, pero hoy no me trae aquí el placer, sino el rendir cuentas

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El hospital nunca es un lugar de buenos recuerdos, solo logra almacenar dolor, miedo y muerte, es una de las razones por las cuales los odio; No logro soportar ni su olor, pero hoy no me trae aquí el placer, sino el rendir cuentas. Hace 4 años juré que me dedicaría a hacer de las calles un lugar mejor para las mujeres, pero siento que por más que me esfuerzo nada cambia. Intenté durante mucho tiempo pensar en soluciones pacíficas, soluciones que pudiesen realizar un cambio significativo, pero dos cosas me lo impedían: una, tenía 10 años, y dos el hombre es un mal que no se puede erradicar de este mundo con la facilidad que a uno le gustaría. Me gusta pensar que existen personas en las cuales todavía se encuentra la pureza, la lealtad y el respeto por otros en su pensamiento, supongo que no está mal soñar de vez en cuando, el día que encuentre hombres así podré sentirme en paz.

Mis pies suben las escaleras directo al 3er piso, tal y como me había dicho mi sempai. Cuando la dejé en la enfermería esta me comentó que buscara en la habitación 327, por lo que solo seguí el orden de los números. Trataba de no desviar la vista, de evadir todo rastro de dolor de las personas que se encontraban es sus habitaciones o de los acompañantes que rezaban a sus dioses para que el sufrimiento de sus seres queridos terminara rápido.

Cuando la puerta numero 327 estuvo junto a mí, no fue necesario entrar en la habitación para poder verla, el cristal reflejaba el interior del lugar, Mina-san se encontraba recostada en una camilla con un respirador saliendo por su garganta, su clara piel se encontraba llena de moretones y cortes, corrompiendo la tersidad de esta. El ácido de la bilis volvió a quemar mi garganta, esta vez no fue tan fácil de contener y a todo lo que daban mis piernas alcancé a llegar al baño del lugar y botar todo lo que mi estomago tenía. Una pequeña lagrima se deslizó por mi mejilla y con ira la arranqué con las mangas de mi saco. Esto no se va a quedar así. Van a pagar, te lo juro Mina-san. Los haremos pagar.

...

Al llegar a casa la abuela se sorprendió de verme ahí. Me escusé inventando un malestar estomacal diciendo que no me sentía bien, que gracias a eso me mandaron de vuelta a la casa, después de todo más de alguna vez realmente había pasado eso y la verdad es que este no es el día en el cual me sienta en las mejores condiciones.

Me preparó una sopa de tofu como solo ella las sabía hacer, ese tipo de comida que al momento en el cual entra en tu boca, las preocupaciones se van y no importa si el plato está muy salado o le falta sal, solo te sientes bien de la sensación que esta te entrega, esa sensación de que fue hecha para ti. Sorbo mi nariz impidiendo que mis mocos bajen e intentando contener las lágrimas termino la comida. No puedo seguir flaqueando de esta forma, tengo que enfrentar las situaciones. Levanto mis platos y cuando estoy por salir de la sala, me devuelvo a abrazar a mi abuela por la espalda.

— ¿Estás bien, Kiki-Chan? — me pregunta preocupada mientras la abrazo con fuerza.

— Si, solo que me da mucha alegría tenerte. — una sonrisa nace mientras la miro sobre su hombro y dejo un beso en su coronilla, para luego subir a mi habitación.

Oculta ║ Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora