Capítulo 3

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Podemos ocultar todo lo que
queramos, pero una mirada puede
confesarlo todo.

-Anónimo-

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Salir del instituto era mi parte favorita del día. Sentir ese alivio de que ellos no me harán nada era reconfortante en su totalidad.

La panza me empezada a crujir del hambre que tenía en estos momentos, llegar a casa era lo único que quería hacer. Algo positivo era que estaba cerca, bueno si se podía decir así.

Pero antes, ya a medio camino, tenía que pasar por el kiosco de Don Juan a comprar alguna cosas para la casa.

Doblar en la esquina y ver el letrero de "La despensa de Don Juan" me hacía crujir la panza aún peor, sabiendo que a una cuadra exactamente se encontraba mi casa.

Al entrar al acogedor negocio la sonrisa se Don Juan me recibió de anticipó. Se podría decir que él era como ese abuelo que nunca había tenido.

—¡Ey! ¡Pero miren quien vino! —artículo a la vez que daba la vuelta para salir del mostrador de su negocio— ¿Cómo estás hermosa? —preguntó felizmente.

Él siempre fue una de las personas que más me quería. Desde que tengo memoria venía a comprar aquí. Su negocio desprendía antigüedad por doquier, todos lo conocían. Y sabían a la perfección que clase de persona que era Juan.

Cuando venía del instituto con los ánimos por el piso, por lo que sucedía a diario y al no estar papá en casa a veces pasaba por aquí con el pretexto de que comprarían alguna cosa, pero en realidad venía a verlo a él. Siempre me levantaba el animo, siempre me sacaba una sonrisa.

—Hola Don Juan. Un poco cansada —me límite a decir—. ¿Y usted cómo anda?

—Bien, bien hija. Pero decepcionado, hace tiempo que no venías ¿Qué a pasado?

—Si lo sé, tenía que venir a verlo —le dedicó una sonrisa a boca cerrada—. Pero con todo esto de la escuela me tiene atareada, es un instituto exigente y como sabe todavía no estoy tan acostumbrada.

—Pero tu eres una niña muy inteligente, yo sé que tú puedes y sin duda voy a verte graduarte —unos segundos después agregó— ¿Y tu padre?

—Gracias —comencé a tomar los cosas que necesitaba llevar—. Ya sabe... trabajando. ¿Sabe?...a veces me preocupa... trabaja tanto que temo a qué le pase algo, ya sabe no duerme tanto, es un trabajo duro, no come tanto, no descansa y en ocasiones trabaja más de lo adecuado, eso hace mal... ¿Cierto? —me mira preocupado.

—Aída tranquila, Richard hace todo esto por tí —hizo una pausa para luego soltar una pequeña risita—. Y es terco tú lo sabes, decirle que descanse un poco es como decirle que le estás fallando como padre. Se lo he dicho créeme... Que tiene que cesar un poco con tanto, que no tendría que trabajar horas extras.

—Es triste... porque él sabe que jamás pensaría eso, él es todo para mí, y empezando con no dejarme sola es todo lo que necesito.

Nuevamente estaba sensible. Habíamos pasado por tanto que lo último que pensaría sería algo así.

—Volverá a trabajar horas extras. Volverá tarde y eso... me aterra.

—Lo sé... Últimamente las cosas están demasiadas feas y más de noche. Pero tú tranquila.

—¿Podrás hablar con él? No quiero que siga volviendo de noche ¿Puedes? A mí ya no me hace caso.

Caminé apoyando la canasta dónde había depositado los productos anteriormente. Ahí sobre el mostrador estaba el periódico y por simple curiosidad está abierto en aquella sección, aún que con rápido vistazo... Nada interesante logro captar mi atención.

Simplemente Aída.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora