Capítulo 5

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“La belleza no está en el físico dónde
todos lo buscan, sino en el corazón.
Dónde poco saben llegar”

-Anónimo-

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La semana había pasado demaciado rápido, desafortunadamente había sido una semana conflictiva e intolerante. Pero el sábado había llegado afortunadamente y eso significaba dormir hasta tarde.

La luz del sol entraba a través de las cortinas con un rayo de luz que se filtraba. Justamente que pasaba sobre mí cara, provocando una molestia que hacía que no pudiera seguir durmiendo.

Sin poder volver a conciliar el sueño, caí derrotada y terminé por abrir los ojos por completo, tratando de acostumbrarme poco a poco a la luz.

El silencio reinaba por doquier, cosa que me extrañaba, papá solía estar despierto y eso se podía notar sin ni siquiera verlo, ya que con el ruido que provocaban la televisión prendida, a su vez la radio y el ruido de la pava, eran claras señales.

Pegué un bostezo, y mire hacia todos lados. El reloj marcaba las once de la mañana en punto. Sorprendida me levanté de la cama en un saltó, había dormido más de lo pensado.

Caminé y abrí silenciosamente la puerta de la habitación saliendo al pequeño pasillo, la casa todavía está con las luces apagadas y me sorprendió porque papá aún que no trabajara nunca se levantaba tan tarde.

Fui directamente hasta su habitación, la puerta no estaba cerrada, aún que si apoyada, la empujé lentamente abriéndola por completo, ahí estaba papá durmiendo cómodamente.

Una media sonrisa, pero parecía más una mueca, se formó en mis labios. Lo ví tan cómodo que no me tomé el atrevimiento de despertarlo, dormía como hace tiempo no lo hacía.

Salí de la habitación sin hacer ruido y me fui directo a la cocina. Opté por no desayunar, ya que tenía que empezar a hacer la comida y mejor decidí irme directo a comprar el pan.

Me cambié rápidamente, y salí de la casa. El frío seguía, junto al viento que soplaba con una cálida brisa. La calle estaba completamente vacía y unos pocos autos la transitaban.

Cuando llegue al negocio de Don Juan no se encontraba solo, una persona se encontraba comprando, él me miró dando una sonrisa por saludo, la cual respondí al igual que él.

Cuando la señora se fue ahí recién pude acercarme a él.

—Buenos días Aída. —sus gestos de asombro eran más que evidentes.

—Hola buenos días, si lo sé... —lo miré con una sonrisa— es demaciado tarde, la verdad no se que pasó. De hecho jamás duermo hasta estás horas.

—Nos puede pasar. ¿Y tú padre?

—No me lo va a creer, pero sigue durmiendo.

—Pobre Richard.

—Si lo sé, no lo quise despertar. Dormir es lo que más necesita últimamente.

—Si hiciste bien.

—Venia a buscar el pan.

—¿Lo de siempre?.

—Si —le dedique una sonrisa, sabía a la perfección todo lo que compraba.

Mientras Don Juan cargaba la bolsa, por mi parte me tomé el atrevimiento de sentarme en el pequeño banco que estaba junto al mostrador. Ahí mientras vagaba la vista entre los estantes, el piso y por último el mostrador, en el cuál otra vez volví a posar mis ojos en aquellos papeles que más de una vez había revisado con alguna esperanza de encontrar algo, que hasta el momento no tenía suerte.

Simplemente Aída.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora