Esa noche les importaba todo bien poco, ya los habían visto juntos y no solo sus amigos, se habían dejado ver como dos adolescentes, risitas, besos, ... Cualquiera diría que no son nada más que una relación sin compromiso, cualquiera diría que esas personas se odiaron en algún momento de sus vidas. La química entre ellos era más que evidente, cualquier persona que los observase durante cinco segundos la veía. Por no hablar de la notable atracción que existía entre ellos, sus cuerpos se atraían como un imán.
Durante el trayecto de casa de Eva a casa de Samantha no hablaron mucho, pero una vez la puerta del ascensor se cerró, Flavio no dudó ni un segundo en pegarla a las paredes del mismo y devorar su boca para calmar su sed. Samantha gimió en su boca levemente y agarró su nuca para atraerlo más a ella, cuando sus lenguas estaban a punto de encontrase la puerta se abrió y para su sorpresa su vecina estaba parada frente a ellos con su bolsa de basura en la mano, mirándolos sorprendida. No esperaba toparse con esa imagen, ellos tampoco esperaban encontrase con nadie a esas horas de la noche.
— Samantha, hija, ¿quién este chico tan guapo? – preguntó la señora observando a Flavio de arriba abajo como si fuese un intruso
— Marisa, ¿qué son estás horas? – Samantha trató de desviar el tema y de contener la vergüenza que le estaba dando ese momento. ¿Qué hacía esa señora sacando la basura a la una de la mañana?
— Sacando la basura, es que no podía dormir y he querido darme una vuelta
— ¿A la puerta?
— A la puerta hija, a mi edad cualquier paseo es bueno y a cualquier hora. Pero dime quién es este chico, ¿tú novio?
— No, no es mi novio – respondió rápidamente. Flavio no sabía dónde meterse en ese momento, ni qué decir para ser más exacto. Ambos estaban rojos como un tomate debido a que la señora los había visto comiéndose la boca en el ascensor como si no pudieran esperarse a llegar a casa. Spoiler: no podían.
— Estabais bastante pegados, ¿cómo te llamas? – preguntó directamente a Flavio
— Flavio – dijo dudoso en si contestar o no, pero quería ser educado
— Eres muy guapo, Flavio, tienes unos dientes muy bonitos
— Gracias – agradeció poniéndose aún más rojo, si eso era posible
— Marisa, nosotros nos vamos, ten cuidado y no te quede dando vueltas por la calle
— Disfrutad mucho vosotros que sois jóvenes y podéis
Ambos se volvieron a sonrojar y se despidieron de la señora. Marisa era la vecina de Samantha y Maialen, preguntaba mucho, pero era buena. Las había ayudado en muchas ocasiones y se preocupaba por ellas, era como una madre para ambas.
La rubia abrió la puerta de su casa y lo primero que hizo fue quitarse los zapatos, se le había cortado un poco el rollo al encontrarse con Marisa, así que su primer instinto al entrar no fue tirarse encima del chico, sino ponerse lo más cómoda posible. Por su parte, Flavio se sentó en la cama de su habitación mientras esta se cambiaba, observó sus tatuajes, su cuerpo perfectamente tonificado, involuntariamente mordió su labio y soltó un suspiro, esa chica acabaría con él, no tenía dudas.
— Siento lo de Marisa
— Parece simpática
— Lo es, es como una madre para Mai y para mí, pero ha sido un poco incómodo – dijo mientras se quitaba el maquillaje de la cara – Vive sola y a veces nos invita a comer a su casa o nos trae galletas y bizcochos que hace
— ¿No tiene a nadie?
— Su marido murió antes de que llegáramos, así que no lo conocí, tiene hijos, pero no viven aquí, vienen poco y se pasa el día sola o con alguna amiga que va a visitar a veces