Los días en el pueblo estaban siendo tan intensos que ninguno se había percatado de que la semana ya estaba terminando. Esto no significaba el fin de nada, ya que Flavio no tenía día para irse. La familia de ella ya lo trataba como a uno más en el corto tiempo que lo habían conocido, se había ganado el corazón de todos tan solo siendo él.
En cuanto a ellos, habían cogido la costumbre de subir a ver el atardecer en lo más del pueblo. Samantha cada día intentaba llevarlo a un lugar diferente para que se pudiese disfrutar desde otra perspectiva. Les gustaba ver como el cielo se cubría de fuego hasta llegar a su oscuridad absoluta, ese momento lo aprovechaban para sacarse fotos, charlar o pelearse con los mosquitos que había por la zona, que no eran pocos debido a que los alrededores eran puro campo.
Una vez el sol escondido, bajaban hacia el centro del pueblo, una pequeña plaza cubierta de mesas de los bares que había alrededor, concretamente dos, aunque podían encontrar otros tantos en calles cercanas. El ambiente de la noche era bastante bueno, podían quedarse hasta tarde fuera que no pasaba absolutamente nada. En el pueblo todos se conocían, desde el señor con el único hotel de la zona, hasta la señora que vivía en la otra punta del pueblo. Era un lugar seguro y tranquilo para estar y eso se notaba. A él le gustaba pasar las noches con ella y sus amigos, hablando de todo y riéndose. Todos lo incluyeron en el grupo, le preguntaban cosas, al igual que la familia de ella, definitivamente no quería irse de ahí, es otro nivel de una realidad que no estaba seguro de estar viviendo.
Samantha estaba encantada de enseñarle cada rincón del pueblo, contarle historias de cuando era pequeña o no tan pequeña, algunas contables y otras un tanto vergonzosas, pero todas las contaba con carisma, divertida. Él siempre la escuchaba con ganas, le gustaba saber de ella. Sin quererlo, queriendo, esos días en el pueblo había descubierto más de ella que en todos los meses en Madrid, quizás porque era verano, no existía una rutina y todo se intensifica más en verano... Estaba claro que no era un amor de verano, pero parecido. Estaba fingiendo ser su novio delante de su familia, hasta el punto de que ya lo tenía interiorizado y tenía que decirse a sí mismo que solo era una fachada, pero tonto tampoco era, había más en todo aquello.
A ella le pasaba lo mismo, llegó a creerse en pocos días que de verdad era su novio y que podía llegar a tener una relación seria con alguien. Con ÉL. Pero ese pensamiento se esfumaba rápidamente, la realidad la abrazaba, al menos la realidad que ella creía en su cabeza, no eran pareja, aunque actuaran como tal. No sabía qué era Flavio, estaba en ese punto de no saber distinguir que tan lejos había llegado con ese chico, ¿cómo había dejado que todo esto pasara? ¿Cómo había dejado que llegase hasta el punto de que el chico esté en su pueblo? Ella hizo que ese chico perdiera su trabajo solo porque le había dejado con las ganas, lo odiaba, pedirle un café en la cafetería de la universidad era todo un suplicio y ahora... Ahora estaba tirado en su cama esperando que ella saliera de la ducha. Habían pasando el día en la piscina municipal del pueblo.
Flavio aprovechó que la chica estaba duchándose para poder hablar con su familia y con Dani, el cual no paraba de enviarle mensajes para que le informara de cómo estaba yendo todo. Por supuesto que el chico solo se limitaba a decir que "bien", no había mucho que decir, prefería vivir el momento que estar contándole todo con detalles a su amigo. Además, no quería que se pusiera pesado con el tema de Samantha, él sabía que algo más había, no podía saber la grandeza de todo, pero evidentemente esa chica era más para él que un simple polvo.
Supuso que lidiaría con eso de alguna forma cuando el verano se acabase.
Ahora solo quería disfrutar, desconectar.
— Te noto muy pensativo – comentó la chica entrando a su habitación con una toalla alrededor de su cuerpo y otra envolviendo su cabeza.
Flavio la miró y mordió su labio a la vez que esbozaba una sonrisa. Debería estar acostumbrado de verla así, no era algo nuevo, pero le parecía fascinante lo sexy que estaba con esa toalla. Pero no, pensaba que no iba acostumbrarse nunca a ver a semejante mujer delante suya. Por un segundo fantaseo con quitársela, admirar su cuerpo y hacerla suya, ese fue su primer pensamiento. El segundo fue lo adorable que se veía tratando de descifrar que ocurría por su cabeza.
