¿por qué debería confiar en ti?

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Flavio tenía las ideas claras ese día, después de trabajar fue a casa a comer y estar un rato descansado. Su idea era ir a la casa de la rubia, si bien tenía claro que quería ir, las dudas llegaron a él, ¿debería de ir? ¿Qué pasaba si Maialen estaba ahí? ¿Debería parar ese juego con ella?

Sacudió la cabeza, esas dudas no tenían ningún sentido, ya que lo que realmente quería era ir y desconectar un rato de lo que había sido su mañana, entre estudio y trabajo. Quizás ella también era su distracción.

Miró el reloj y marcaba las 16:34 de la tarde. Dani, su compañero de piso, estaba estudiando en su habitación o eso decía él que estaba haciendo, tampoco iba a comprobarlo. Cogió su riñonera con algunas cosas y salió de casa destino a casa de Samantha.

Ni el mismo sabía qué era lo que estaba haciendo, pero el ser humano tiene una extraña manía de querer hacer aquello que se supone que no está bien. No estaba bien lo que estaba haciendo con ella sabiendo que a su amigo le gustaba, pero por una vez en su vida se atrevió a no hacer lo correcto, bueno, lo que él consideraba lo correcto, e hizo lo que realmente quería hacer.

Mientras estaba sentado en el metro escuchando alguna canción en su Spotify, se atrevió a pensar en como había llegado a ese punto. Había pasado de no soportarla, de huir de ella, de querer que lo dejase tranquilo a ir a su casa para verla, bueno... para verla era una forma de decir porque iba por una razón, lo único que lo vinculaba con ella, sus encuentros sexuales, por muy mal que sonase y por muy inusual que fuese en su vida, era lo que era.

Pensó en el tiempo que podían durar aquellos encuentros hasta que ella se cansara de él, era lo que esperaba que pasase, nunca pensó que fuese él el que tuviese que poner punto final a todo aquello, punto que sabía que existía porque lo de ellos era algo casual, puntual y con fecha de caducidad.

Apagó la música y guardó su teléfono móvil antes de llamara al porterillo para que la chica le abriese. No estaba nervioso, no era la primera vez que la veía, sabía para lo que iba y no esperaba mucho más de aquello, solo un momento de diversión, aún así no podía evitar no sentirse extraño, como si no fuese él quien estuviese allí.

Entró al ascensor y se miró al espejo. Llevaba unos pantalones vaqueros claros y una camiseta rosa con una chaqueta negra, no pensó mucho en el outfit, era lo llevaba desde que se había levantado, pero pensó que estaba bien, se veía decente. Total, la ropa tampoco es que le fuese hacer mucha falta.

Tocó el timbre y la rubia abrió enseguida, la miró y vio como se había cambiado de ropa, es más, estaba tan tranquila con una camiseta blanca ancha y grande y juró que no llevaba más que eso, salvo la ropa interior. Fue inevitable no morderse el labio al verla. Fue un acto involuntario, pero que la chica no pasó alto y se rio al ver el gesto del chico.

Samantha no pensaba realmente que fuese a ir, así que su tarde libre la dedicó a adelantar un trabajo que tenía que enviar, así como estar tranquila sin que nadie la molestase. También estuvo hablando por Instagram con una chica de la universidad que le pedía consejos para empezar a ser una especie de influencer, como lo era ella. La rubia no se consideraba una influencer a sí misma, era conocida en redes sociales y en su universidad, pero no lo hacía con aquella intención. A ella no le regalaban viajes.

— No esperaba que vinieses – soltó la rubia caminando hacía su habitación mientras Flavio la seguía - ¿Quieres algo? ¿Agua? ¿Cerveza? Son de Maialen, pero no creo que note que le falta una

Flavio negó con la cabeza.

— Pero aquí estoy, ¿estabas estudiando? – preguntó al ver el portátil encendido en su escritorio blanco y un par de hojas al lado

Que electricidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora