una malísima idea

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Una semana había pasado desde aquella fiesta, desde que Flavio dijo no a quedarse esa noche con ella. Ninguno de los dos mencionó aquello o todo lo que hablaron aquella noche, si no lo mencionaban era como si no hubiese ocurrido. Habían tenido un momento de debilidad y vulnerabilidad entre ellos y por un momento pensaron que podían pasar la noche juntos, bueno, ella lo pensó. Ella quiso que se quedara, quería dormir abrazada a alguien después de todo lo que se removió dentro de ella al abrirse.

Él también quería, pero optó por la lógica y la razón.

No podía ser.

No podía hacerse eso a sí mismo y mucho menos a ella. No quería que las cosas se volvieran tensas entre ellos. No quería que ella pensara que él quería algo más que lo que tenían. No quería confundirse y pensar que podía tener más, algo que nunca iba a ser.

Ella quería, lo necesitó, pero supo que era mucho mejor si no se quedaba. De alguna forma agradeció que no lo hiciera, aunque se sintió decepcionada por un momento.

¿Quería que se quedara él o solo era la necesidad de no estar sola aquella noche? Probablemente fuese la segunda opción. Samantha no recordaba la última vez que durmió con alguien por puro placer, si lo había hecho era porque no le quedaba otra, como no poder volver a casa esa noche, pero siempre mantuvo las distancias.

Flavio salió de su habitación después de haber terminado una larga mañana de estudio, los exámenes finales se acercaban y lo que menos quería era tener que repetir asignaturas en su último curso. No tenía tiempo ni para respirar, cuando no estaba estudiando, estaba trabajando dando clases de piano, las cuales tuvo que recortar debido a los exámenes y el poco tiempo libre que le quedaba lo aprovechaba para ver a Samantha. Que irónico, no tenían nada, pero el tiempo libre de ambos lo pasaban juntos. Quizás no se vieron tanto como quisieron debido al poco tiempo que ambos tenían. A Samantha le subieron las horas en el trabajo y entre eso y estudiar, no tenía tiempo. No obstante, seguían comunicándose, las videollamadas eran una rutina al final del día, incluso a veces estudiaban hablando, contándole al otro lo que estudiaba como si eso les interesara. Sin querer tenían una rutina, un vínculo el cual se negaban a aceptar.

Dani miró a su amigo con cara de preocupado debido a las ojeras que este tenía. El chico había dormido poco, se quedaba hasta tarde estudiando y hablando con Samantha, luego se despertaba temprano para seguir estudiando. La falta de sueño se notaba en su cara.

— Pareces un zombie – comentó Dani mientras recogía su plato de la mesa, no había esperado a su amigo para comer ya que se tenía que ir

— La época de exámenes me mata, quiero terminar ya – dijo abriendo la nevera buscando un tupper que pudiera calentar en el microondas – Encima no hay nada para comer

— Si no te quedaras hasta las tantas hablando, no tendrías tanto sueño – soltó entre risas. Flavio solo lo miró y no comentó nada. – Vale, me callo. Puedes hacerte unos macarrones, yo que sé

— ¿A las cuatro de la tarde unos macarrones?

— Algo tendrás que comer, no te hagas macarrones, fríete un huevo, lo que quieras

— Creo que voy a hacerme un sándwich y seguir estudiando

— ¿No crees que deberías de descansar un rato? Es sábado, llama a Sam

— Samantha está estudiando también

— Pues queda con ella para estudiar, al menos no estás solo. Yo ahora me voy, he quedado con Laura para estudiar

— ¿Para estudiar?

— Sí, para estudiar – aseguró Dani ante la mirada no muy convencida de su amigo

Que electricidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora