—¡Haz amigos, Kat! —exclamó Ryder desde el auto, burlándose de mí, por supuesto. Yo iba mirando embelesada el campus mientras me dirigía hacia la entrada de la Universidad de Londres por el camino de gravilla. Se suponía que no debía estar nerviosa, porque no me había pasado en Boston, pero aquí era todo demasiado nuevo y mi acento me delataría como la extranjera que era. No estaba segura de cómo le caían los americanos a los ingleses.
Levanté mi mano y le enseñé el dedo medio. Sonreí intuyendo que él ahora se estaba riendo a carcajadas.
Me acomodé la mochila en el hombro y respiré profundo a la vez que recordaba el número del aula «Historia política británica: Aula A 23»
Iba a extrañar a ese tonto en mis mañanas. Me sonreí al darme cuenta de mi realidad. Sí, iba a extrañar a Ryder Montgomery cada vez que me alejara de él.
«Vamos, esto no puede ser tan malo», me dije. Además, yo no iba a hacer amistades, iba a formarme para mi futuro. Incluso aunque eso sonase demasiado acartonado a los oídos de cualquier persona, era verdad.
Alcé la cabeza.
El cielo se encontraba encapotado y aire se sentía húmedo. Apuré el paso antes de que las primeras gotas de lluvia cayeran sobre mis libros. Sentí que alguien caminaba detrás de mí, pero no le di importancia. Subí los peldaños de la entrada principal y un brazo pasó por mi lado abriéndome la puerta.
—Pasa, nena —dijo la voz que nunca había oído, con algo de lascivia—. No querrás empaparte. Han anunciado lluvia para esta mañana.
Lo miré de reojo. Era el típico sujeto de apariencia ruda, con un tatuaje de espinas en el cuello y pinta de tener no más de veinte pocos años. Era para nada atractivo con todas esas cosas en su cuerpo.
—Gracias, parece que sí —respondí con cortesía, y me volteé al tiempo que giré sobre mí un segundo para ver si Ryder se había marchado. Y lo había hecho.
El individuo a mi lado —de grandes ojos negros y cabello corto y oscuro— me inspeccionó de pies a cabeza, y estoy segura de que sus ojos se detuvieron en mis pechos, lo que hizo que elevara un poco los libros para cubrirme. No quería dar una mala señal.
—¿Así que americana, eh? Tu acento te delata —continuó él, siguiéndome hasta el hall central de la universidad. Me detuve en una de las ventanillas dispuestas para uso exclusivo de los alumnos, sobre todo los nuevos, y lo miré enarcando una ceja unos segundos antes de que una mujer entrada en años y con el cabello cortado estilo militar me atendiera con un «buenos días».
—¿Tiene algo de malo? —me escudé. Era algo habitual en mí. Ser un poco hosca al principio.
«Algo que no ha funcionado con Ryder, y me alegro mucho», pensé.
Estaba segura de que en cuanto lloviese, el lugar olería a tierra húmeda. Mi aroma favorito.
Me mordisqueé el labio inferior mientras la mujer me explicaba dónde quedaba el aula que estaba buscando, casi al mismo tiempo que el sujeto sin nombre ni aparente vergüenza —y me refiero al descaro con el que me miraba— me preguntaba en qué carrera estaba.
—Licenciatura de historia —mascullé sin darle mucha importancia.
—Aburrido —se le escapó, ¿se le escapo? De pronto abrió mucho sus oscuros ojos negros y sonrió con arrogancia—. Lo siento, nena.
Rodé los ojos. Esto no me estaba gustando nada.
—Ejem, ¿puedo pedirte un favor?
—Lo que quieras, nena.
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Mi dulce destrucción [COMPLETA]
RomanceRyder Montgomery había dejado de lado su faceta de chico malo, corredor de carreras ilegales y mujeriego empedernido, hace mucho tiempo. Ahora es un buen chico. Muy bueno, de hecho. Pero las cosas cambian cuando se da cuenta de que comienza a tener...