1-✯RYDER MONTGOMERY ✯

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El taxi me dejó en la calle Wenlock la mañana del viernes quince de agosto del 2009. El cielo estaba completamente despejado, pintado de un azul celeste muy hermoso. En lo alto, el sol parecía no dar tregua. No veía la hora de sacar las valijas del maletero y pedirle a mi hermana que me dejara usar su ducha.

Ya me sentía un verdadero asco, ¿cómo era posible que el verano nos estuviese azotando de esa manera? Bueno, eso era simple: el calentamiento global.

Llevaba conmigo dos maletas; lo justo y lo necesario. Lo suficiente para subsistir unos cuantos meses en su casa hasta que pudiese encontrar un buen empleo y obtener mi propio apartamento. Todo eso sin dejar la universidad. Mi primer trimestre empezaba en unas cuantas semanas, de modo que debía comenzar a prepararme para los primeros días, que si bien serían tranquilos, también serían la clave para el resto de los meses.

Cuando hablé con mi hermana Elizabeth para ir a Londres a estudiar Historia le pareció genial. Allí en Boston las cosas no estaban muy bien. Con mis padres arrancándose los pelos por el divorcio, no podía estar tranquila ni un día sin que alguno me llamara por teléfono al cuarto que mi amiga Ginger y yo compartíamos en el campus de la universidad.

A veces mis padres resultaban una tortura.

Avancé por el camino de gravilla en cortas zancadas mientras arrastraba las maletas detrás de mí y subí las escaleras del porche. La casa parecía silenciosa. Miré a mí alrededor. Había un solo auto en la entrada: un Mitsubishi Lancer azul eléctrico que parecía un auto de carreras, pero sin etiquetas de patrocinadores. Lo reconocí porque una vez había visto una publicidad en la televisión.

Me sequé el sudor de la frente con el dorso de la mano y dejé las maletas a un lado de mis piernas. Acto seguido, toqué el timbre y esperé.

Oí unos pasos provenientes del interior de la casa y luego el ruido del picaporte al girar. Respiré profundo pensando en la hermosa ducha que tomaría en solo unos minutos. Santo Dios, ya lo estaba disfrutando.

La puerta comenzó a abrirse y Ben, el esposo de mi hermana me recibió con una extraña mueca en sus labios, como si no esperase que yo llegara. Lo miré por una fracción de tiempo. ¿Cuándo había cambiado tanto? Su cabello se veía más oscuro, llevaba unos lentes de aviador y tenía un cuerpo... Mi fuero interno se aclaró la garganta. ¿Ese era su cuerpo? No, imposible. Ese hombre se la había pasado en el gimnasio y le había resultado...bien.

—Hola, Ben, ¿cómo estás? Te ves... —dije y me tomé solo un segundo para pensar que demasiado—, bien.

Él sonrió y se apoyó sobre el umbral de la puerta con un gesto que fue cien por ciento arrogante, lo que me dio el primer indicio.

—Hola, nena ¿buscas a alguien? —respondió y arqueé las cejas. Algo andaba mal aquí. Nunca había oído a Benjamin decir "nena".

«O me equivoqué de casa o él se había convertido en otra persona»

—¿Elizabeth no te dijo que vendría? —pregunté. Diablos, me estaba muriendo de calor, y la vista de ese torso marcado, desnudo y malditamente bronceado comenzaba a empeorarlo todavía más.

No había derecho.

—Elizabeth no habló de esto conmigo.

—¿Cómo? ¡Yo le avisé que vendría! —exclamé.

Aquello era imposible: Elizabeth siempre hablaba con Ben sobre todo. Aunque viéndolo bien, si se comportaba de esta manera, estaba claro por qué mi hermana no le había dicho nada. Su esposo parecía haberse convertido en un cabeza de chorlito.

Alzó su mano para quitarse los anteojos y allí fue cuando caí en la cuenta de lo que estaba sucediendo.

¿Cómo podía haber sido tan ciega?

Mi dulce destrucción [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora