Pasamos el resto de la tarde visitando algunos de los edificios más importantes que había en el centro de Londres. El primero fue el Palacio de Westminster; cuya fachada gótica era casi lo más impresionante que había visto en toda mi vida, con grandes pináculos dorados y figuras de reyes se reflejaban en el río como si hubiese dos palacios en dos dimensiones diferentes. Y ya que estábamos allí, aproveché para echarle un vistazo a las dos torres que flanqueaban el palacio: la torre Victoria y el majestuoso Big Ben.
—Recuerdo haber leído en un libro de la historia de Londres que en 1834 el palacio se incendió casi por completo —comenté—. Se habrán tardado mucho en reconstruirlo. Y amo el Big Ben, mi madre tenía una pequeña réplica en casa.
—¿Es una broma? —exclamó Ryder frunciendo el ceño—. No tenía la menor idea de todo esto. Diablos. Es una vergüenza que sepas más de la historia de mi país que yo.
—Bueno, a mí me gusta la historia. Aunque sí, deberías avergonzarte de ser tan flojo.
—¡Yo no soy flojo!
—¿Ah, sí? Ni me digas. ¿Qué estudiabas antes? Tal vez algo relacionado a los autos.
Ryder me miró unos segundos sin decir nada. Yo creía siempre que podría descifrar lo que la gente pensaba con solo ver sus expresiones, pero en esos momentos su expresión era indescifrable.
El sol se reflejaba en su cabello haciéndolo lucir todavía más brillante, aunque no tanto como sus ojos. Una sonrisa reluciente y presumida apareció en sus labios.
Tiró de unos pequeños mechones de cabello ondulado hacia un lado de su rostro y se acercó a mí.
—Si adivinas te doy algo —dijo con entusiasmo.
—¿Qué?
—Es un premio sorpresa —replicó, haciéndose el misterioso otra vez.
Puse los brazos en jarra y no pude evitar reírme.
—Es porque no existe tal regalo, mentiroso.
Ryder fingió estar ofendido por unos segundos y luego volvió a sonreír.
—¿Y tú qué sabes? Puede ser cualquier cosa: un dulce, un secreto... —Rodé los ojos—. Un baile sensual. —Se echó a reír.
—¿Un baile? No quiero un baile, gracias.
Alzó el dedo índice y dijo:
—No un baile común. Un baile sensual. Muchas matarían por él y tú lo obtendrías prácticamente gratis.
Me llevé una mano al pecho.
—¡Oh, Dios! No sabe cuánto lamento rechazar su oferta, señor bailes sensuales —ironicé.
—Está bien, ya vas a venir arrastrándote por él y no vas a tener nada.
—Ese día estaré ciega, ¿lo sabías?
—Bien, lo veremos —dijo estrechándome la mano—. Ahora adivina.
Dejé escapar el aire y resoplé mientras nos dirigíamos hacia el auto para ir la Abadía de Westminster que quedaba a un par de cuadras.
Ryder condujo por una calle llamada Abingdon por unos minutos y luego dobló en la calle Great College.
—No lo sé, hay cientos de carreras, Ryder. —Me fastidié cuando volvió a insistir—. Te conozco hace un maldito día, ¿cómo crees que voy a adivinar la carrera que tú estudiabas?
—Oh, entonces hablabas en serio cuando dijiste que no querías mi sensual baile —murmuró.
—Claro que sí.
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Mi dulce destrucción [COMPLETA]
RomantizmRyder Montgomery había dejado de lado su faceta de chico malo, corredor de carreras ilegales y mujeriego empedernido, hace mucho tiempo. Ahora es un buen chico. Muy bueno, de hecho. Pero las cosas cambian cuando se da cuenta de que comienza a tener...