Escena 7

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Con los celos que embargaban su pequeño ser, Ciel respiraba profundo para que la furia que sentía avivarse en su corazón enamorado desapareciera, en unos momentos debía salir de su camerino a hacer su trabajo y no podía mostrarse enojado frente a los demás, junto a la mejor actuación de su vida que era el fingir no estar enamorado ahora se sumaba el no mostrarse celoso; esto le provocaba una pequeña jaqueca al solo pensar en lo complicado de disimularlos. ¿Por qué se había enamorado de un idiota atractivo que lo provocaba de esta forma? No sabía quien era el más idiota entre los dos.

El sonido de su celular interrumpió sus frustrantes pensamientos, al revisarlo vio el mensaje escrito de quien justamente pensaba, pretendía ignorarlo al leerlo no pudo evitar esbozar una sonrisa en sus labios así se acercaba a la puerta.

—No voy a dejarte entrar, sal de mi puerta.

Era la advertencia que Ciel susurraba apegado a la puerta ya que sabía que Sebastian estaba al otro lado como leyó en su mensaje.

—Niño hermoso no te enojes conmigo. —Le hablaba este en un susurro también— A partir de ayer soy solo tuyo oficialmente y toda aventurilla antes de ti no debes tomarla en cuenta así que no te enojes... Abre la puerta.

Ciel al escucharlo sus labios esbozaban una sonrisa pero no de jactancia como antes si no una tierna al oírlo hablar de forma tan dulce, esto del amor era más complicado de lo que pensó porque no podía resistirse a la dulce tonalidad de su voz, solo quería abrir la puerta hacerlo entrar y literalmente "comerlo" a besos pero siendo un poco orgulloso pensaba que si lo hacía era admitir que su escena de celos era un simple berrinche de niño posesivo y malcriado. Esto no era así, seguía pensando en en ese dilema interno suyo.

—Te odio Sebastian... —En un murmullo refunfuñaba al abrir la puerta vio como en un loco impulso este entraba casi empujándolo— Oye... No me...

No pudo alcanzar a reclamarle ese empujón repentino porque fue callado con un beso que quiso resistir pero terminó correspondiendo, tonto corazón enamorado que lo hacía someterse a sus caprichosos encantos.

—Tus labios son los únicos labios que quiero besar a partir de ahora. —Sebastian le aclaraba entre besos y caricias— Tu piel es la única que mis manos quieren acariciar y...

—¿Y? —Todo embelesado y sonrojado Ciel cuestionaba mientras se perdía en su hermosa mirada, como rogando que siguiera hablando pero a la vez que lo besara. No se ponía de acuerdo, la curiosidad y el deseo lo hacían sentirse un torpe, esos deliciosos labios quería seguir saboreando pero a la vez le encantaba como se movían al hablar.

—Y a quién quiero decir que... —Susurró sobre sus labios el mayor cuando fueron interrumpidos por el llamado de alguien que pretendía entrar al camerino.

—¡Ciel! —Era el llamado en la voz del joven rubio que era tan entusiasta como el personaje que interpretaba, al llamarlo pretendía abrir la puerta asegurada- ¿Estás ahí?

Ciel se acercaba a la puerta, respirando profundo pretendía calmar su agitación por ese beso que habían interrumpido, Sebastian más tranquilo agarraba el libreto y se sentaba en el cómodo sillón que estaba cerca. Al parecer estaba acostumbrado a esto o sabía improvisar mejor.

—Pensé que no estabas... ¿Por qué estabas encerrado? —Decía el rubio mientras entraba notando a Sebastian sentado en el sillón miró a ambos de forma sospechosa y esbozaba una extraña sonrisa- Ahh... Estabas con Sebastian.

—Estábamos practicando nuestras lineas. —Un poco nervioso Ciel aclaraba, al parecer en momentos así no sabía improvisar todavía algo que debería serle sencillo debido a su profesión, si definitivamente, el amor lo atontaba.

Cuando nadie nos ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora