Escena 12

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Un amor que apenas daba inicio parecía tambalear en un frágil hilo, uno que se rompería haciéndolos caer en un vacío de soledad y tristeza del que quizás no podrían salir. No creían que su amor era malo, no lo sentían de esa manera aunque bajo el escrutinio social lo era, un amor incorrecto. Desafortunadamente las circunstancias actuales no les favorecían pero estas dificultades… ¿Impedirían qué sus corazones ardieran en este amor que de forma mutua sentían y se entregaban?

—¿Qué haremos Sebastian? —Angustiado Ciel entre lágrimas cuestionó cuando en un impulso cortó la llamada de su madre, cuyos regaños no entendía. ¿De qué foto hablaba? En su mente solo resonaba su sentencia de que no volvería a ver a su enamorado, llenándolo de pesar.

—No sé que sucedió… Pero no llores… Odio verte llorar… —Eran las dulces palabras de Sebastian tratando de consolarlo, con sus brazos rodeaba su delgado cuerpo, sus labios rozaban sus cálidas mejillas humedecidas— No sé que haremos pero nada impedirá que yo te ame… Además no serás un niño por siempre.

Ciel no podía evitar seguir llorando, sentía esas palabras como una despedida, como una de esas promesas que se hacían para que un adiós doliera menos. A pesar de ello en silencio lo abrazaba con tal fuerza como queriendo no soltarlo jamás a la vez sus labios se unían en un desesperado beso. Sebastian se estremecía al besarlo y se estremecía aún más al ser correspondido ¿Cuántas veces había experimentado este tipo de magia en un beso? Con nadie antes, solamente con este joven de hermosa mirada azulina. Era la cálida sensación que experimentaba no solo con cada beso que le daba sino también al sentirlo tan cercano, al amarlo. ¿Cómo podría vivir estando lejos de él?

Trataba de mantener la calma a pesar de estar abrumado por la amenaza de perderlo, pretendía disimular esta sensación. Desahogar esta aflicción en un beso era inevitable, este apasionado beso con tintes de melancolía fue interrumpido por el insistente timbre de un teléfono.

—No respondas… —Ciel le rogaba con la mirada llorosa, sintiendo sus labios arder por ese beso pero no dejaba de rozarlos a los suyos— ¿Y si huímos? Vamos a un lugar donde nadie nos conozca.

—Todos nos conocen

Fue la respuesta que oyó a su desesperada petición junto a un suspiro de resignación mientras Sebastian se prestaba a responder su celular pero no lo hizo pues solo sintió como se lo quitaban de la mano para lanzarlo al suelo, Ciel se notaba alterado.

—¡Te dije que no respondas!

—Ciel… —Sorprendido lo llamó en un susurro, aunque no lo culpaba que estuviera en ese estado aún así se agachó a recoger su teléfono, el más joven ahora estaba enojado por esa repentina fría actitud. Casi al instante Sebastian se acercaba mostrándole la pantalla de su ahora silencioso celular.

—¿Esta es la foto? —Cuestionó Ciel secándose las lágrimas.

—Si, ¿Estás listo para hacer la mejor actuación de tu vida?

Sebastian cuestionó con una sonrisa de complicidad mientras le daba un sutil beso en los labios, el de mirada azulina menos alterado no entendía que pretendía pero si era para salvar su amor haría lo necesario, confiaría en él. Largos minutos después la pareja llegaba al hotel donde los esperaba su amigo el director, debían encarar la situación de una vez mientras más pronto lo hicieran era mejor.

—¿Dónde estaban? —Replicó el director tratando de no mostrarse muy enojado aunque en realidad lo estaba— Vamos a hablar a mi habitación…

La tensión era palpable mientras los tres en silencio iban en el ascensor a la habitación destinada para aclarar el asunto. El director miraba a ambos, en especial a Ciel notó como con sus gafas trataba de ocultar que había llorado, no podía imaginar que un niño como él haya atrapado el corazón de su amigo Sebastian, porque más que un compañero de labores era su amigo. Aunque ahora entendía sus cambios ¿Realmente estaban enamorados? No lo creería hasta que ellos lo confesaran entonces finalmente llegaron a la habitación.

Cuando nadie nos ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora