Escena 10

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Ciel veía a su padre acercarse y no precisamente con un gesto muy contento en su rostro, Sebastian por su parte bajaba la ventanilla de su auto disimulando la tensión del momento en sus labios perfilaba una menuda sonrisa.

—Vincent... A buena hora apareciste, Ciel estaba un poco deprimido porque no pudo despedirse de ti. —Aclaró en un tono de alivio antes de que ese hombre volviera a preguntar, Ciel entendía esa improvisada respuesta y como buen actor que se respeta debía seguir la pauta de su enamorado.

—Papá... Anoche no te vi, ¿Hoy ni siquiera te ibas a despedir de mi? Además sentí que abandonaba a mi mamá, ella no estaba muy bien. —Con esa hermosa mirada azulina un poco llorosa el joven le reprochaba a su padre en evidente resentimiento. Sensación que no era en parte mentira porque si se sentía de esa manera, al parecer esa improvisación era una verdad a medias.

Vincent se quedó mirándolo con tristeza se sentía culpable por provocar aquel sentir en su familia, ni siquiera sabía que decir porque su hijo tenía razón. Ahora no solo le embargaba el sutil remordimiento sino que también se sentía tonto por pensar malintencionadamente la relación entre los jóvenes, cuando Sebastian solo consolaba a su hijo del malestar que él mismo provocó. El sonido de los otros autos pitando se escuchaban insistentes interrumpiendo el silencio incómodo formado entre ellos.

—Nos estacionaremos más adelante para que hablen. —Sugería Sebastian.

—Ciel... Te llamo más tarde y hablamos. Perdona a tu malvado padre. —Decía Vincent mientras sonreía forzado— Iré a ver a tu madre además no quiero que pierdan su vuelo.

—Está bien... Nos vemos en unos días.

Se despedía Ciel con una dulce sonrisa viendo como su padre corría a su auto al otro lado de la calle. Sebastian siguió su camino dando marcha en su auto, a unos metros suspiraba con alivio luego de esa tensa situación.

—Estuvimos cerca... Debes agradecer que soy el amo de la improvisación sino ahorita tu padre me estuviera dando una paliza y la policía me estuviera llevando por estar con un menor de edad.

—Bueno en primer lugar tu debías dar solución a lo que provocaste. De ahora en adelante nada de abrazos en público. —Sentenció Ciel con el ceño fruncido.

—Oh... ¿Ahora es mi culpa? Pues yo no sentí que te negaras a mi abrazo.

Con sarcasmo le hablaba ante ese injusto regaño y sentencia, mirándolo de reojo sin dejar de sonreirle coquetamente seguía conduciendo, sentía como la mano temblorosa de su pequeño sutil acariciaba la suya sobre el volante, esa era una manera de decirle que no estaba enojado en serio sino solo tenso.

—No puedo resistirme porque eres más fuerte que yo. —Con un puchero Ciel le decía sin soltar su mano, ambos se miraban de reojo y sonreían.

—Yo no puedo resistirme a tu belleza así que estamos a mano... —Amoroso le refutaba todo embelesado mientras seguía mirando de reojo como se ruborizaba ante su halago— Cariño, ¿Por qué eres tan lindo?

Ciel se encogía de hombros, cómo podría dar repuesta a una pregunta tan cursi que lo apenaba, no había duda de que Sebastian lo amaba y sus sentimientos hacia él eran los mismos, adoraba a ese joven adulto que conducía sin dejar de sonreír. Él estaba arriesgando mucho al estar en esta relación, por ahora inocente relación que no todos entenderían, la que juzgarían los demás con sus tontos prejuicios pero ahí estaba él, animoso como siempre con su sonrisa y mirada enamorada, se sentía tan afortunado.

Llegaron al aeropuerto donde los aguardaban, casi a tiempo tomaron su vuelo a una ciudad a kilómetros de la suya, estas giras causaban mucha emoción y expectación en todos pero también algo de nervios sobre todo en Ciel, que no le gustaba mucho el asunto de las entrevistas. La pareja trataba de disimular su amor en esa entrañable amistad que los unía, así que no pudieron evitar el sentarse juntos en ese vuelo.

Cuando nadie nos ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora