Escena 8

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A la mañana siguiente, Sebastian se negaba a levantarse aún cuando el incesante sonido de la alarma molestaba e insistía en que ya debía despertar, aunque la realidad era más hermosa que el sueño que tenía minutos atrás. Al abrir lentamente sus ojos contemplaba el bello rostro dormido de su joven compañero de trabajo que reposaba entre sus brazos.

Pensaba en lo hermoso que era tenerlo así pero a la vez lo "pecaminoso" que era estar con un menor de edad de esta manera, no todos lo entenderían mas no le importaba esta dulce sensación no la cambiaría por nada del mundo. Algunas mujeres habían estado en esa misma cama, habían amanecido a su lado pero ninguna le despertó este sentimiento junta a esta confusa gama de emociones. Acercándose a su rostro besaba tiernamente sus labios, Ciel entredormido le correspondía.

—Buenos días dormilón... Debemos irnos. —Le susurraba amoroso Sebastian sobre sus labios, de no haber una agenda de trabajo ajetreada para ese día se quedarían entre las sabanas toda la mañana.

—No... Cinco minutos más mamá...

Burlón el joven le hablaba mientras abría sus adormilados ojos color zafiro, le devolvía el beso de antes. Era tan dulce despertar pensaban los dos mientras sus labios jugaban en ese beso y sus cuerpos se enlazaban en un firme abrazo.

—No soy tu mamá... Podré ser tu papacito si quieres...

—Primero pretendes ser mi hermano y ahora mi papá... ¿Le gusta el incesto señor Michaelis?

—Quiero ser todo para ti... Hasta que pueda ser tu esposo.

De nuevo se besaban profundizando más ese beso al pasar los segundos, Sebastian se sorprendía de lo rápido que su pequeño aprendió el arte de besar o era quizás simplemente porque al estar enamorado hasta los besos torpes eran exquisitos. Su lengua a la suya jugaban juntas en ese apasionado beso, beso exquisito pero que tentaba a despertar otras reacciones.

Sutilmente Sebastian se apartaba, temía caer en sus encantos. Un adolescente despertando sexualmente era peligroso para un hombre que caía fácil en la tentación del placer físico matizado en amor.

—Démonos prisa... Ve a lavarte y cambiarte yo prepararé el desayuno. Tenemos una hora para llegar o el director nos volará la cabeza a los dos.

Ciel asentía con su cabeza a esa sutil orden mientras con un dedo acariciaba sus propios labios, sentía que ardían entonces fijó su mirada cansina al otro, que no entendía el por qué de ese gesto que repentinamente le dedicó.

—¿Crees que estoy siendo muy efusivo al besarte?

—Ah no... No... Tus besos están bien son perfectos... —Un poco nervioso le respondía.

—¿Y por qué respondes nervioso? ¿No voy a enojarme si me respondes con la verdad?

—Es que cuando me ves así me asustas un poco... Es todo.

Ciel esbozaba una sonrisa al oír su tímida respuesta en un impulso se le lanzaba encima, quedando ambos recostados sobre la cama al estar así le fruncía el ceño.

—¿Cuándo hago esta cara? —Le cuestionaba el joven.

—Si, esa cara... Frunces el ceño muy feo y me asustas.

—¿Ah si? Me dijiste feo... No que era muy hermoso.

—Niño vanidoso... Sabes que eres hermoso aún con los gestos feos que haces se te ve hermoso.

Ambos se quedaron en silencio y se miraron fijamente como perdiéndose en la mirada mutua de amor que se dedicaban.

—Sebastian... Tengo que confesarte algo.

Cuando nadie nos ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora