Parte I: Capítulo 6

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Día 16: Emery

Mis pies siguen la línea marcada sobre la cubierta del barco y, al llegar a la cafetería, me siento en mi mesa habitual. Al pasear mis ojos sobre la gente que se encuentra allí, me topo de lleno con los ojos turquesa de Christian.

Pero no me mira a mí.

Su atención está dirigida a una exuberante rubia que claramente está coqueteando con él.

De pronto siento como el enorme sol que había iluminado mis últimos días,  se ve súbitamente cubierto por gruesas nubes. Bajo la vista.

Arrepentirse no cruza mi mente, ¿cuál es la gracia de la vida si vives para arrepentirte? ¿Cuál es la gracia de la vida, de cualquier forma?

Enormes grietas sobre un desierto seco y árido. Hay veces que ni siquiera las palabras bastan para explicar, porque no existen palabras suficientes. Claro que no, nunca lo han hecho.

***

Día 17: Christian

Me siento triste, deprimido… azul.

Ella, la misma chica que se ofreció para ser mi oscuridad, no ha aparecido durante tres días y siento como si un eterno invierno hubiese llegado, para envolver con hielo mi, ya helado, corazón.

Aunque tal vez yo he sido demasiado ciego como para verla entre las esquinas de seductora oscuridad. Tan sola. 

Ella es así. Solitaria, triste, oscura... o tal vez demasiado luminosa para el mundo, por lo que la tachamos de oscura al ver como su luz daña nuestras retinas. Nos negamos a verla. A ella.

Alzo los ojos a la luna, pidiéndole perdón al cielo por lo que sea que haya hecho para que ella no esté allí conmigo, cuando unos pasos mudos se detienen a mi espalda.

Otra vez estoy sin camiseta, con las plateadas líneas cortando el aire denso de la noche, que me envuelve con su paño fresco paño negro.

—     ¿Chris?

Su amarga y dulce voz.

Ella es así.

***

Día 18: Emery

Se da vuelta y el nudo en mi garganta desaparece al ver como las lágrimas caen desde sus ojos.

Me siento a su lado de forma lenta, mi mente bloqueando con una lámina de vidrio los recuerdos de la chica de ojos azules, dejándome verlos pero sin que ellos interfieran en mi ruta de pensamientos.

Y luego, sus brazos inesperadamente me rodean de forma algo agresiva, y me estrechan contra su pecho con desesperación. Siento como esconde su rostro en la curva de mi cuello y llora de forma desconsolada.

Sin poder contenerme mis manos se hunden en el suave cabello color chocolate y la otra acaricia su espalda desnuda, sintiendo la irregular piel bajo mis dedos, deleitándome con el toque de estrellas fugaces.

Tan solo.

Él es así. Solo, triste, apagado... o tal vez su circuito de luz se cortó hace varios años y solo necesita a alguien que encuentre la falla y la arregle. Alguien capaz de...

Alguien.

Los Colores del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora