Parte I: Capítulo 7

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Día 19: Christian

Creo que la amo.

El sentimiento es tan fuerte que me confunde y me desespera no poder gritarlo para que ella lo sepa.

Sus ojos siguen el contorno de mi mandíbula mientras dibuja y yo la observo. Lleva el cabello atado en un precioso moño desordenado y sus labios están levemente fruncidos. Mis ganas de besarla no son menores, pero no puedo.

No puedo.

Está tan rota. No sé de dónde viene ni a donde va, no sé sobre su pasado ni sobre su futuro. Pero la amo, es tan simple, tan rápido, tan intenso como eso.

Y me asusta no poder dejar de amarla pero al mismo tiempo dejar de amararla me aterra incluso más.

***

Día 20: Christian.

La observo mientras toma café y dibuja. Me acerco como una polilla atraída por la luz. Su piel refleja la luz dorada del atardecer y deseo besarla, besar cada centímetro de piel.

Ella alza los ojos y una sonrisa dulce se desliza sobre sus labios, pero sé que dentro, allí donde esconde sus secretos, toda ella tiembla en un terremoto constante, donde las desgracias son mayores a las alegrías.

Siento la necesidad de decírselo, pero me aterra que huya si lo hago. Sé que los secretos siempre acaban siendo sabidos, pero también sé lo amarga que ha sido mi vida y tengo miedo de que de pronto las cosas vayan demasiado bien.

Porque siempre que las cosas van demasiado bien, ocurre algo que derrumba hasta la alegría más mínima. Siempre.

Me siento junto a ella y le sonrío, mientras la observo continuar dibujando la cafetería.

***

Día 21: Emery.

Observo las estrellas, deseando que ellos estén bien, que no me sientan tanto en falta. Porque aunque sé que me hice un bien a mi misma al venir, yo sí los siento en falta. Recuerdo la pequeña nota que dejé explicando mi partida. Dudo que lo hayan entendido. “Y recuerden que siempre estaremos bajo la misma luna”.

Los pasos de Christian se detienen a mis espaldas y me mantengo quieta, mientras él se sienta a mi lado y yo, sin poder evitarlo, dejo caer mi cabeza sobre su hombro. Huele a menta, a verano, a tristeza y a amarillo.

Él pasa su brazo sobre mis hombros y me siento protegida, como si una especie de capa de pronto me cubriese para evitar que los viejos demonios se hagan con mi mente otra vez. Y otra y otra y otra y otra. 

Los Colores del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora