Parte II: La segunda carta.

218 23 4
                                    

19/04

Querido Christian:

Han pasado dos semanas y dos días desde que nos vimos por última vez. No me preguntes cómo, pero estoy en Londres. El reloj ese, al que todo el mundo alaga, no es ni tan bonito como lo son tus ojos.

Después de haberte tenido por tanto tiempo, siento en falta tu presencia observándome mientras creías que no lo notaba y que estés frente a mí para lograr retratar el número exacto de tus pecas.

Estoy ahora alojada en un pequeño hotel junto al río Thames. Mañana salgo rumbo a África, quiero conocer los leones, elefantes y jirafas de los que me han hablado desde niña. Durante el camino pasaré unos días en Portugal y es posible que también visite España. Deséame suerte.

Seguro nieva mañana. Entonces te recordaré mientras las lágrimas caen sin consuelo, sentado junto a mí, besando mi cabeza mientras mi cabello rozaba las yemas de tus dedos, y lloraré aún más.

Te extraño. Te quiero. Joder, te quiero Christian. Te quiero más de lo que esas palabras expresan, tanto que me es difícil respirar. Pero no diré esas palabras, no si no estoy frente a ti. No si no me estás mirando con tus ojos turquesa. No si no estás para después decirme que no me quieres de la misma forma, o que, si lo haces, no estás para besarme.

Así que lo guardaré, hasta que el destino quiera que nos volvamos a encontrar. Y si tardamos años, dará igual, porque podré abrir esta pequeña cajita secreta de terciopelo, que acabo de cerrar con una llave de plata muda. Y dejaré salir ese canto armonioso que todas las personas, por muy venenosas que sean, merecen decir alguna vez en su vida.

Dará igual porque sé, que todo tendrá sentido cuando te lo diga en voz alta.

Te extraña, Emery.

PD: Una vez me dijeron que el destino es un puente que construimos hacia nuestros seres amados. Me gusta pensar que las posibilidades de reencontrarme contigo dependen de mí y no de algún dios invisible que decidirá por nosotros. Que yo construyo un puente hacia ti y que mi destino soy yo misma.

***

Observo el cielo estrellado, sintiéndome pequeño, diminuto. Me encuentro tirado en el la azotea de un edificio, apoyado sobre mis brazos cruzados detrás de  la cabeza. Una ligera lágrima se escapa de mis ojos.

"En otro mundo, sé que serías mi chica. Las estrellas nos alumbrarían el camino y nada nos separaría. En otro mundo, en otro universo, en un lugar solo para nosotros"

Y otra lágrima. Y otra y otra. De pronto me encuentro escondiendo los sollozos que escapan sin permiso de mis labios. 

Pero por primera vez, no lloro por ellos. Lloro por ella. Porque imaginarla a mi lado duele tanto o más que no tenerla conmigo.

Los Colores del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora