—Vamos, señoritas. ¿Le tienen miedo a su papi?—Repitió Finn, por tercera vez en la noche.
Él tenía ese espíritu competitivo, y odiaba eso. ¿La razón? ¡Jamás podía ganar una partida de Jenga, Monopoly, o dominó! O Tal vez todos los juegos que Gaten tenía guardado en su habitación. Lo peor de todo es que Finn se la pasaba insultándonos toda la maldita noche recordándonos que somos horribles jugando.
—Recuérdame no volver a invitarlo.—susurró Gaten contra mi oído. Asentí.—Tal vez si nos unimos podríamos ganarle y si ganamos..-
—Lo insultaremos.—termine su frase.
—No, Millie. Piensas igual que él.—puso sus ojos en blanco.—Haremos que él pague la cena la próxima semana.
—¡Toma eso idiota!—el pelinegro alzó sus brazos, y los sacudió en el aire celebrando su victoria.
En el turno de Noah las piezas de bloques se habían caído, provocando que Finn gane. De nuevo.
—De todos modos era aburrido.—se defendió Noah llevando la botella de cerveza a su boca. Le dio un trago antes de quitar 20 dólares de su bolsillo.—Apuesto este dinero, a que Millie te gana en la próxima partida.
Idiota. Sabía perfectamente que soy horrible jugando juegos de mesas.
—Bien. Si quieres perder la apuesta y tú dinero, yo me apunto.—dije sonriendo. Él asintió dudoso.—¿Alguien más apuesta?
—Yo.
Caleb se dirigió hasta el sofá donde reposaba su mochila. De ahí quito unos 15 dólares y lo tiro en la mesa donde estábamos jugando Jenga.
—Muy bien, perdedores. Vamos a jugar.
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Sadie.
—Entonces.. ¿saldremos a cenar?—pregunté viendo a mi papá.
Él estaba concentrado trabajando en el computador. Estábamos a mitad de año, y ellos tenían mucho trabajo. Hay veces en la que me siento culpable de distraerlos de sus responsabilidades solo porque tengo esta estupida enfermedad, que, próximamente me matará.
O eso espero.
—No lo se, cielo. Tal vez.. pero pregúntale a tu mamá: ya sabes cómo es ella.—rió sin apartar su vista del aparato. Era cierto, mi mamá era muy insegura en sus decisiones.
