Sabía que en algún momento iba a pasar esto: no todo es color de rosas.
Mamá me había llamado hace algunas horas diciendo que debo volver a casa urgente, cuando abrí la puerta de la casa encontré mis maletas todas hechas y a mis padres preocupados.
Mire alrededor de la casa y todo estaba vacío, todo había desaparecido, nuestras ropas, nuestras cosas, incluso la comida.
— ¿que... qué pasó? —pregunté una vez que mis padres notaron mi presencia.
— El doctor llamó.
Mierda y más mierda.
— ¿que salió mal esta vez?
— Algunos estudios que te hicieron antes de venir, necesitamos ir, Sadie.
— No. No quiero. No ahora.
— Entiendo que no quieres dejar a tus amigos, pero es tu salud, hija. —habló papá acariciando mi cabello.— prometo que si todo sale bien volveremos, ¿si?
— Escuché eso desde que tenía 10 años. —susurré y tomé mis maletas.
No sabía que hacer o qué decir: no quería dejar a Millie aquí sin despedirme. No quería dejar a mis amigos y mucho menor irme para no volver. Papá y mamá siempre mentían, decía que iba a mejorar cuando es todo lo contrario.
Millie. En línea.
↳ Hey, ¿estas bien? ↳ te fuiste muy rápido T—T
Todo bien, Mills.
Nada estaba bien.
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Millie.
— Juju, ¡bingo! —celebre mi victoria mientras que veía la cara de sufrimiento de mis amigos.
— se qué haces trampa. —comentó Finn mirando con los ojos entrecerrados. Rodé los ojos y le tire una almohada.— ¡nadie gana 4 veces seguidas!
— Bueno, Millster lo hace. —sonreí victoriosa.
Gaten rió viéndonos pelearnos por un tonto juego. Hasta que segundos después le llegó un mensaje de texto.
Sadie. En línea.
↳ Gaten, se que esto va a sonar algo loco pero debo volver a casa. ↳ Te lo digo a ti porque fuiste la primera persona que estuvo conmigo cuando llegue a esta ciudad. ↳ Pero tranquilo, prometo que volveré, ¿si? ↳ Esto no será una despedida. ↳ Lo juro.
