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T/N

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T/N

No le llamé. ¡Claramente no lo haría! ¿Por qué tendría que hacerlo en primer lugar? Podríamos separarnos el trabajo y hacerlo por nuestro lado tranquilamente hasta la fecha de presentación. Era simple, era muy simple, no creo que sea un problema para ninguno. Por más idiota que fuera podía ser capas de hacer su parte del trabajo sin generar revuelos.

Me sentía tan cansada. No levanté la mirada en toda la clase, simplemente hice algo que en mucho tiempo nunca pensé que haría, recostarme sobre el banco. No era para dormir, era solo para descansar mis pensamientos. Pensar en todo lo que había pasado, en ese idiota de cabello lechuga y en como solucionar todos los problemas que mi cabeza había notado.

"No me acuesto con idiotas", recuerdo que me miro mal, ¡pero no tenía una razón para hacerlo! A fin de cuentas todos lo son. No iba a disculparme, no iba a hablar con él, porque si lo hacía y decía o preguntaba algo no haría más que irritarme incluso más de lo que estaba. Levanté la cabeza luego de ver la hora y me enderecé. Realmente no estaba prestando atención y no pensaba quedarme dormida en clase.

Abrí mi anotador y revisé mi horario para organizarme antes de salir del aula magna. Si salía ahora tendría una hora más entre el trabajo y las conferencias. Tendría tiempo de limpiar la cocina y de tomar algo antes de salir nuevamente, hasta podría hacer horas extra si deseaba. Tomé mi bolso y lo acomodé en mi espalda antes de irme mirando mi reloj pensando que tardaría en llegar a casa si el colectivo se atrasaba. Así que apuré el paso y luego de largos minutos suspiré con pesadez cuando mi mano logro abrir la puerta de mi departamento.

Este lugar era deprimente. Asqueroso, desde un incidente que me traía malos recuerdos. No era pequeño, era acogedor y mi único lugar de respiro, aunque tenía que admitir que mantenerlo era mucho más trabajoso de lo que parecía. Era silencioso y oscuro, eso me gustaba, cada vez que había un fuerte ruido que inundaba mis oídos no podía evitar escuchar unos gritos desgarradores llamarme con desesperación.

Cerré mis ojos y me recosté sobre las frías mantas de mi cama mientras suspiraba con la pesadez del día cayendo sobre mí como una carga de osmio. Como si la fuerza ya no lograra mover mi cuerpo, mi consciencia se escapó dejando a la simple oscuridad que habitualmente me rodeaba penetrar mi cuerpo de golpe.

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- ¿Por qué nunca volteas?- Su voz preguntó confundida mientras sentía su mirada en mí.

- Porque no quiero.- Hablé fuerte intentando que no volviera a preguntar, pero él siempre desafiaba mis límites.

- ¿Por qué?- Volvió a preguntar y suspiré con pesadez mientras buscaba las palabras. Era difícil. No quería que se alejara, no cuando esto era una cálida salida al frío de la sombra.

- Porque no quiero juzgarte.- Respondí con tranquilidad, porque era así. Con escuchar su voz ya me bastaba, con entender sus palabras ya me agradaba, con desconocer su totalidad podía vivir. No quería que esto fuera una guerra de pensamientos, ya tenía de más. No quería tener que juzgar a la primera persona que me pareció genuina, no quería que esa forma tan genuina se escapara de mis manos ante mi mirada. Guardó silencio por unos momentos y luego volvió a hablar soltando algo que no esperaba.

- Júzgame.- Habló seriamente. - Critícame.- Repitió.- Mírame y dime todo lo que piensas. Si tienes miedo de juzgar, tienes miedo de elegir.- Habló como si me retara a darme la vuelta.- Todos elegimos luego de hacerlo.

- No quiero...

-¿Por qué?- Terminó por desesperarme, no eran días donde mi auto contro fuera estable.

- ¡No quiero... tener que elegirme si te juzgo!- Mis palabras hicieron eco y recién cuando esas palabras escaparon de mis labios guardo silencio absoluto, pero no se fue, agradecía que no se haya ido.

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Mis ojos se abrieron asustados por el sonido del celular y lo tomé con rapidez notando la hora que era. Corté la llamada sin atenderla y coloqué mis zapatos en los pies antes de arreglar mi cabello y tomar mis cosas a alta velocidad. La puerta hizo eco por el pasillo gracias al portazo contra el marco que sonó ante mi apuro. Bajé las escaleras para no perder tiempo y seguí a toda velocidad hasta la puerta de la cafetería central.

Hice una pequeña seña desde la puerta al chico que atendía para que supiera que tomaría su turno mientras abría la puerta y caminaba hacia detrás del mostrador para tomar mi delantal. Este trabajo de medio tiempo era tranquilo, no había mucho ruido y ganaba lo suficiente como para mantenerme. Limpié el mostrador mientras mi compañero me saludaba antes de irse, le hice una simple señal con la mano y seguí con mi trabajo habitual.

Era más tranquilo de lo usual. El aire que tenía esta cafetería me hacía sentir a gusto, como en casa, el aroma a café inundaba el lugar y la sensación a calidez hacía que a esta hora el pequeño frío de la puesta de sol no se sintiera. Alcé la mirada ante el tintineo de la puerta y mis ojos se juntaron con aquellos tan dorados. Suspiró con pesadez, pero se acercó instantáneamente a mí. ¿Por qué? Lo había tratado mal, ¿no podía simplemente pedir que lo cambiaran de grupo y alejarse? O era que... todavía no estábamos a mano.

- ¿Qué haces aquí, lechuga?- Pregunté quejosa cuando llego frente a mí.

- ¿Le...?- Comenzó su pregunta enojada, pero se frenó y suspiro tomando su entrecejo.- No diré nada más.- Murmuro como para sí mismo y alzo la mirada hacía mi.- Un café, solo.- Pidió a lo que rodé los ojos y me di la vuelta para comenzar a prepararlo mientras mi celular empezaba a sonar en mi bolsillo.- ¿No atenderás?- Preguntó mientras se sentaba en la barra y me miraba mientras preparaba su café.

- Estoy trabajando.- Respondí seriamente mientras tomaba el celular y cortaba la llamada otra vez.

- Ya veo.- Suspiro suavemente y dejo un pequeño silencio hasta que deje su vaso frente suyo.- No llamaste.

- No lo hice.

-¿Por qué?

- No quiero tener tu número.- Soné cortante.

- Claro...- Habló y se acomodó el cabello antes de abrir la boca para hablar, pero el celular llamando lo interrumpió. Lo tomé y corté otra vez antes de mirarle.

-¿Qué?- Pregunté y él habló.

- Organicémonos mañana luego de la clase, en la biblioteca.- Propuso y negué.

- Tengo trabajo.

- ¿Aquí?

- No te importa donde.- Simplemente suspiró.

- Entonces el sábado.

- Tengo un turno completo.

- Entonces llámame.- Pidió ya quejoso.- Quiero aprobar.

- Yo también.

- Entonc...

- Entonces pídele a otra persona que lo haga contigo.- Le corté justo antes de que él tonó de llamada inundara por cuarta vez mis oídos. Suspiré con pesadez y lo tomé antes de atender.- Estoy trabajando, y ya deja de llamarme.- Hablé quejosa y corté mientras sus ojos dorados me analizaban confundidos.

- ¿Mal día?- Preguntó a lo que suspiré.

- No te importa, Ronronea.- Me quejé y abrí la boca para hablar.- ¿Qué quieres? - Pregunté molesta y él respondió instantáneamente.

- Hacer el trabajo...

- Hazlo con alguien má...

- ...contigo.- Terminó su frase dejándome confundida. Las piezas no encajaban en el tablero, su movimientos eran inciertos, porque se esmeraba tanto en sacudir el juego.

- ¿Por qué?- Pregunté molesta ante su insistencia y él me sonrió jocoso.

- No te importa, bruja.- Habló haciendo que quedara confundida antes de mirarle enojada y abrir la boca para quejarme.- Mañana, a las nueve en la biblioteca.- Habló rápidamente mientras tomaba su café y dejaba el dinero en el mostrador dándose la vuelta para irse.- O llama. - Aclaró mientras empujaba la puerta para salir sin dejarme tiempo de responder. Parecía que le encantaba dejarme a mitad de mis quejas.

A mano- Zoro y TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora