#VII

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T/N

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T/N

- ¿Mucho trabajo?- Su voz paso casi desapercibida mientras se sentaba en la barra. Pero no respondí.

- ¡No pagaré eso por un café! ¿Acaso esto es una estafa?- El cliente que atendía se la pasaba gritando, no era la primera vez que este vejestorio venía a hacer revuelo solo porque quería que le dieran el maldito café gratis. Se pensaba que yo no sabía que era lo que planeaba.

- Señor, los precios son así, no puedo hacer nada al respecto.- Respondí con tranquilidad, a decir verdad ya ni me importaba lo que tuviera que decir.

- Llama a tu gerente, quiero hablar con él.- ¿Se cree que llamando al gerente se ganará un café gratis?.- ¿Escuchaste, o acaso eres sorda?

- Yo soy la gerenta, señor. O paga, o se puede retirar sin nada.- Mis palabras fueron fuertes y secas antes de apoyar el café sobre el mostrador. No pensaba dejar que se fuera sin pagar y con el café, o pagaba, o se iba.

- Maldita, perra. ¿¡Quien te crees que eres!?- Los clientes ya se estaban dando la vuelta y comenzando a murmurar. Suspiré y le miré directamente, ¿cuántas veces me habían llamado de esa forma? Ya no importaba, no pensaba pelear ni perder mi trabajo.

- Soy la gerenta, que comparación de usted, señor cliente, puedo llamar a la policía para que se lo lleven por crear disturbios en vías públicas, o claro aún peor, residencia privada.- Solté ya cansada.- Y no le pienso dar el café gratis sin importar cuanto me ruegue.

- ¿¡Piensas que le rogaría a una...!?- Levantó su mano... Alta y son una fuerza que logro hacer temblar mis manos...

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-¡No pienso rogarte nada!- Su gritó había inundado mis oídos.- No te mereces que alguien siquiera te pida algo.

- Claro que no...- Suspiré antes de levantarme del suelo por segunda vez sintiendo como mis rodillas ardían.- Pero por ti, le lames la suela del zapato a tu jefe sin problemas.- Afirmé sin duda, no era un cuestionamiento, no era una pregunta, era algo sabido y certero, incluso él lo sabía, simplemente no le gustaba escucharlo.

- ¡Maldita mocosa! ¡Solo eres el maldito engendró de esa perra!- No bajé la cabeza mientras él alzaba la mano. Si pensaba golpearme otra vez, realmente no importaba, solo estaba alargando un juego previo a la tortura principal, la costumbre era mala, pero no era como si alguien viniera a salvarme. Así no funciona la vida real.

- Soy hija de mi madre.- Aclaré.- No me importa que haya hecho, no me importa quien mierda eres de mí, no me importa que significa lo que sientes, solo eres escoria.- Mi voz fue fría y dura como la cerámica del suelo.- No le llames perra, incluso aunque lo sea.- Filosa como la baldosa rota que en cualquier momento alguien clavaria en mí.

- Claro...- Rio y tomo su cara entre sus manos, se carcajeó tan fuertemente que logro estremecer mi cuerpo antes de dejar su mirada llena de locura clavada en mí.- ¡Claro! ¡Claro que eres igual a ella! ¡Era por eso! ¡Tus ojos, tu cabello, tus labios, tu complextura completa! ¿Acaso... nunca te dijeron que cuando se da, se recibe?- Sus últimas palabras sonaron al borde del colapso, su paso se acercó rápidamente a mí y su mano se alzó sin miedo.- ¡Le di mucho a aquella escoria! ¡Y no pienso en quedarme sin nada!

- ¡Yo no pienso dejarte nada!- Grité.- ¡Y luego de hacerte comer tierra no volveré a ver tu asqueroso rostro!- El golpe no se hizo esperar para dejar el dolor grabado en mi mejilla.- No me importa cuanto hagas esto... -Suspiré.- No bajaré mi maldita mirada.- Respondí ante su mirada atónita al ver que volví a mirar desafiante a sus ojos.

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- Yo...- Estaba a punto de responder cuando una sombra me cubrió levemente antes de que su voz resonara en mis oídos.

- Señor, también quiero hacer mi pedido. ¿Puede pagar o irse?- El peliverde le habló en un tono duro que no había escuchado nunca de él.

- Y tú que te...- El señor le estaba respondiendo cuando de pronto su voz paro en seco, como si sus palabras se hubieran ahogado en su garganta antes de que Roronoa se diera la vuelta dejándole en la nada que en silencio abrumador del café luego de aquella escena dejaba.

- Un expreso y un café solo.- Pidió casi suspirando antes de dejar su mochila en el asiento y sentarse en el que se encontraba frente al señor para separarlo de la barra.

- Como gustes.- Fueron mis últimas palabras antes de darme la vuelta para comenzar a preparar su pedido. De cierta forma, no esperaba que viniera. Los pasos fuertes del señor no se hicieron esperar para salir por la entrada junto a un resopló frustrado.

- ¿Qué fue eso?- Su pregunta no fue una sorpresa, pero tampoco era algo que esperara.

- ¿Eso qué?- Pregunté en respuesta, ¿acaso tenía que explicarle que no podía derramarle el café encima al cliente porque estaba causando problemas?

- Ya sabes.- Reclamó mientras se pasaba la mano por la nuca y apoyaba su cabeza sobre el dorso de la otra.

- ¿El vejestorio?- Volví a preguntar viendo como él sonreía de lado al ver como lo llamé.- No puedo perder este trabajo por pelear con un cliente.- Aclaré a lo que lo escuche suspirar.

- No es pelear, es defenderse.- Corrigió y simplemente dejé los cafés frente a él.

- Pues no puedo defenderme en el trabajo.- Respondí y solté un pequeño bostezo indeseado. Me había despertado temprano y poco a poco el cansancio mental del día me estaba dejando atrás. Odiaba los días como este.

- ¿Cuándo termina tu turno?- Preguntó y miré la hora.

- Diez minutos. Mi compañero esta por llegar.

- Entonces te espero y arreglamos para el proyecto.- Me paré en seco y le miré confundida. "Si quieres hablar sobre esto ve al café a las ocho", su mirada respondió un poco brusca a la mía frunciendo el ceño.

- Claro.- Respondí a penas entendiendo. No recordaba con claridad lo que había pasado esta mañana, pero a fin de cuentas, no podía negar que hacer el trabajo sola sería complicado, teniendo en cuenta mis horarios... Su mirada se calmó, aunque seguía dudosa, como si no confiara en mis palabras, y a decir verdad me daba igual si confiaba o no en mí.

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Quité mi delantal y lo doble antes de dejarlo en mi casillero tomando mis cosas. Él todavía estaba esperando en el mismo asiento que hoy, sin tomar ninguno de los dos cafés que había pagado hace diez minutos. Mi compañero había llegado y lo estaba mirando como si se tratara de alguien sospechoso, realmente no podía culparlo, su mirada parecía la de un asesino en serie. Suspiré al llegar nuevamente a su lado y le llamé.

- Camina, Ronronea.- Solté logrando que una mirada molesta se posara en mí.

- Lo que digas, pero toma tu café primero, bruja.- Se quejó extendiéndome el expreso que había comprado unos cuantos minutos atrás.

- ¿Por qué?- Pregunté, pero no respondió y solo movió un poco la mano en señal de que tomaba el café de una vez.- No te pedí ningún café.

- No tienes que pedírmelo para que quiera darte uno.- Guardar silencio, esperar por mí en la maldita biblioteca, y ahora un café, ¿cuántas cosas le debía? Sentía que la lista solo se alargaba. Le miré y a regañadientes ante su insistencia tomé el envase entre mis manos, el calor se pasaba suavemente a mi piel, era reconfortante.

- ¿Por qué el expreso?- Pregunté a lo que sonrió de lado vagamente como si estuviera recordando algo.

- Tienes cara de que te gusta el expreso.- Afirmó antes de comenzar a caminar. Este proyecto se pondría cada vez más largo. Más que nada porque no lograba comprenderle.

A mano- Zoro y TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora