Secuestro

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— ¡Beep! ¡Beep!. ¡Beep! ¡Beep!.

Argh. ¿Qué es ese sonido malditamente tormentoso y molesto?. En realidad lo sé pero déjame vivir lejos de mi realidad solo 5 minutos más porfavor.

— ¡Beep! ¡Beep!. ¡Beep! ¡Beep!.

Bien, bien. Aquí vamos de nuevo. Un nuevo día ha comenzado.

Apague la alarma del celular aún sin abrir los ojos, realmente pesaban. Mierda, son solo las 8 am. Dios si existes, matame ya. Me levanté con pesadez y me dirigí directamente a cambiarme. Como siempre me baño en la noche no tengo que hacerlo ahora, es simplemente un hábito originado de mi flojera. Soy la persona más floja que conozco.

Abrí y cerré la puerta del refrigerador alrededor de 5 veces seguidas esperando que apareciera comida por arte de magia. Lo cual lógicamente no pasó. Suspiré triste frente a mi refrigerador vacío. Al final me comi un cereal y unas galletas que encontré en la alacena.

Cierto, ya es viernes. Mañana es el día que tengo que hacer las compras, la comida para el resto de la semana, pagar la luz, y en la noche tengo que hacer facturas. Maldita vida de adulto, al menos en 24 horas ya es fin de semana. Lo cual significa que no hay trabajo. Sonreí alegre gracias a mi única luz de felicidad, Mickie estaba saltando parada en sus dos patitas para que la cargara y le diera besos, lo cual hice.

La dejé en su camita y fui a mi consultorio, el cual está directamente cruzando la puerta café que está en la esquina. Abrí la puerta principal y le di paso a las 7 personas que estaban formadas. Los invité a sentarse en los sillones de la sala de espera.

Me dirigí a una señora que ya es paciente regular, tiene hipertensión así que supongo que viene a su chequeo semanal.

— Buenos días señora Park, pase por favor. — Sonreí amable y ella me respondió igual. Cerré la puerta del consultorio, obviamente para la privacidad.

Si me preguntaran que tanto amo mi trabajo y vida, diría que es fantástica, la amo.

Mentira.

Realmente sí me gusta lo que hago pero no me apasiona, no lo amo. Cuando estaba en la preparatoria y me hicieron elegir la carrera que quería, no sabía a lo que deseaba dedicarme por el resto de mi existencia así que simplemente opté por la mejor opción de mi examen vocacional. Medicina, igual que mis padres, ellos estaban realmente felices.

Yo al contrario soy... infeliz. Mucho, si soy sincera. Odio la vida adulta. Regresenme a cuando era un gameto por favor.

Bueno basta de pensamientos que solo me desaniman. Cerebro, no puedo llorar frente a un paciente, cálmate ahora. Quité el baumanómetro del brazo de la linda señora.

— Señora Park, se encuentra bien. Sigue estable, para nada ha empeorado.  Me alegra saber que está dando seguimiento a su tratamiento. Siga tomando los medicamentos de la misma manera, por favor. Permitame un momento, le haré una receta para que pueda seguir comprandolos.

Abrí el cajón del escritorio para sacar otro bolígrafo porque el que tenía ya se le había acabado la tinta. Me quedé en blanco por un momento porque vi una gran pluma negra. Se había caído de las alas del dueño, por alguna razón la guardé.

— ¿Doctora?.

— ¿A-ah?. — Creo que me quede perdida más tiempo del que había pensado. — Perdón, perdón. — Sonreí por el nerviosismo y escribí la receta rápidamente. — Aquí tiene. Nos veríamos la siguiente semana si no es mucho problema. —

— Claro doctora, muchas gracias. Cuídese mucho. — Se despidió feliz con una reverencia y yo hice lo mismo.

Llame al siguiente paciente.

La obsesión de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora