【Primer acto】

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Se abre el telón.

Era un jueves tan normal y corriente como cualquier otro. El pasillo central de la Escuela Superior de Artes estaba abarrotado de jóvenes que iban y volvían de alguna clase en particular, y otros tantos que se dirigían hacia la salida luego de haber finalizado su jornada estudiantil, con cara de hastío o la más genuina de las felicidades, en función a la resiente clase y al profesor responsable de impartirla.

Ese pasillo, por lo tanto, era testigo de la evolución de cada uno de los jóvenes artistas que lo concurrían diariamente, cuyo esfuerzo estaba siendo plasmado en sus proyectos y trabajos, y que aspiraban a llegar muy lejos; eran las futuras estrellas, que soñaban con brillar y que deseaban que su arte tuviera cabida en un mundo tan apasionado y competitivo y, a veces, cruel. 

La Escuela Superior de Artes acogía las más variadas de ellas; desde las artes plásticas hasta las artes escénicas. Brindaba una gran oportunidad a todos los jóvenes de desarrollarse en la rama artística que deseasen. Por eso y por la futura garantía que proporcionaba, más la formación excepcional, era una de las escuelas más prestigiosas de Seúl.

Entre las jóvenes promesas se apreciaba una gran diversidad, tanto en vestimenta, estilo personal, como en actitudes y personalidades. Se sentían diferentes esencias y vibras personales. Había un amplio abanico de personajes, tan dispares entre sí que lo hacía incluso emocionante, prometiendo una experiencia inigualable a la par de excitante. Para algunos, al menos.

Pero pese al espíritu liberal que se ondeaba en aquella escuela, y a lo acostumbrados que la mayoría estaban de los arranques artísticos y apasionados de unos y otros, casi nadie quedaba indiferente cuando Bonnie Beckett hacía acto de presencia. Y no era para menos.

Saliendo por la puerta doble del teatro interior, que desembocaba en el mencionado pasillo, apareció provocando un interés general entre los estudiantes; algunos giraron el cuello para mirarla y otros comenzaron a cuchichear. El estruendo que había provocado la puerta al cerrarse ni siquiera había sido para tanto. Se trataba de su persona, pues, involuntariamente, casi siempre lograba ser el centro de atención. No lo hacía a propósito, simplemente era ella misma, y cuando una persona como Bonnie Beckett vivía libremente y sin reprimir sus deseos, causaba un efecto colateral, en su caso acaparando inmediatamente todo el protagonismo, y por ende, todas las miradas. 

En más de una ocasión se había dicho que si la gente no se reprimiera tanto y simplemente fluyeran, no le darían tanta importancia a lo que hiciera o dejara de hacer; no considerarían extraños sus actos. Y por lo tanto no se centrarían tanto en ella, sino en sí mismos. 

Aunque claro, como buena actriz que era, no podía repudiar toda esa atención que no había pretendido acaparar y que, en el fondo, amaba.

A pesar de que su paso era decidido, llamativo como si estuviera desfilando en una pasarela de modelaje, en esta ocasión ni siquiera iba correteando como solía, tampoco soltando comentarios ingeniosos a los compañeros con los que se cruzaba y que apreciaba. Iba absorta mirando el móvil, deslizando la pantalla de arriba abajo con el índice, y en su ceño se apreciaba una curvatura rugosa, señal de que algo le extrañaba. Por más que navegara en la página de anuncios no lograba encontrar el que su compañero de piso había colgado hace unos meses, para conseguir un tercer miembro en su pequeña familia de dos. Y eso la preocupaba porque por si algún importuno inesperado el anuncio había desaparecido, no lograrían conseguir otro compañero o compañera, y tendrían que seguir tirando de aquel piso entre los dos, con la lengua fuera y con un gran agotamiento por la falta de sueño y el exceso de trabajo.

Por amor al arte ✮ jjk, kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora